lunes, 6 de septiembre de 2010

MONTAJE I. LA GRANJA. La isla del naúfrago: el montador.


En un documental sobre el montaje oí decir a Tarantino que la sala de montaje es como una isla en medio del mar, a la que llegas después de que tu barca haya naufragado, y tras nadar kilómetros y kilómetros en solitario. Es decir, un lugar al que normalmente llegas cansado, extenuado, y al borde del abandono. Es por eso, que según argumentaba Tarantino, el montador es una especie de salvavidas. Alguien, que además de servir de guía en el encaje de piezas, tiene que recomponerte poco a poco para que puedas seguir trabajando en tu película. Alguien que de alguna manera te impulsa de nuevo a seguir con la misma frescura y claridad de ideas que tenías antes del rodaje, y que después de la asistencia al mismo has ido perdiendo por el desgaste que implica cualquier rodaje.

Este fin de semana hemos empezado a montar La granja, y tener un montador con nuevas propuestas, y por supuesto, con el que poder discutir sobre si ese plano funciona mejor un frame arriba o un frame abajo es algo que considero más que necesario para encajar bien las piezas del puzzle. Un montador ágil y avispado, no sólo te da la claridad del que no ha estado en rodaje, sino que también te ofrece un punto de vista mucho más crítico y también más sincero sobre si un plano funciona o no en montaje. Ayer me decía David, el montador de La granja, que no le gustaba asistir a los rodajes porque eso le ofrecía mayor claridad y objetividad delante de su ordenador. Yo me reía al contestarle que a mí no me gusta que el montador esté en rodaje porque para saber si un plano costó mucho en rodarse o no (económica y moralmente) ya estoy yo. Que de esa forma, también sé que tengo alguien al lado que no está influenciado por el rodaje.

Y así, con esa tranquilidad que siempre ofrece este señor guardacostas de la isla de naufragios, ayer decidimos no incluir en el montaje de la secuencia 1, un plano que resultaba importante en el guión técnico, que costó tiempo y efuerzo en realizarse, y que sin embargo no encajaba con el ritmo del comienzo del cortometraje. Nos dimos cuenta que el fuera de campo nos sirve para contar lo mismo, y para contarlo mejor. Resulta en este caso mucho más sugerente que un plano que nos exigió bastante para aparataje para el rodaje, y que sin embargo, no entraba por ningún lado en la secuencia que habíamos editado.

Ese plano pasará al rincón de la memoria de planos olvidados que se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Estoy pensando que debería existir un cementario para los planos olvidados que nunca fueron montados, donde los directores pudieran llevar ramos de frames, en condolencia por su muerte antes del montaje final. Y una base de datos, con acceso directo a ese cementerio, para que con todos esos planos se pudieran editar cientos y cientos de películas nuevas.

1 comentario:

Sally dijo...

Estoy contigo en que la distancia emocional y física del editor/montador facilita las cosas y da un soplo de aire fresco a la visión contaminada del que ha vivido el rodaje y todos los esfuerzos que éste conlleva. Por cierto, seguro que en ese mar del que te ha salvado el motador/salvavidas existe un espacio oculto donde descansarán los frames olvidados. Vuelven al sitio del que salieron para poner fin a un ciclo que sólo acaba de empezar. Buena suerte con tu corto.