jueves, 10 de mayo de 2012

Nada personal, solo negocios.


En la última entrada comentaba que el cierre de los cines Renoir en Zaragoza, mal que nos pese a muchos, es completamente lícito y hasta comprensible. La razón es sencilla: dado que la empresa privada que hay detrás del mismo (Alta Films) considera que no le compensan las pérdidas económicas que las salas de Renoir Audiorama tienen, es lógica su clausura para concentrar su exhibición de películas en la otra docena de salas que todavía conservan abiertas. El otro gran perjudicado por las malas cifras es el cine Renoir de Mallorca, que desde ayer y a la espera de lo que hagan los espectadores del mismo, se encuentra también clausurado. 

Igual de lícito que cerrar un cine, lo es que no se deje entrar al mismo a grabar imágenes de ningún tipo en los días previos a su clausura. De forma, que mal que me pese (esto imagino que solo me pesa a mí), tengo que comprender y respetar la decisión de que Alta Films se haya negado a que servidor grabara el interior de los Renoir en Zaragoza los días previos a su cierre, realizando allí algunas entrevistas para un cortometraje documental. 

El motivo de acudir durante estos últimos cuatro días a grabar a los cines Renoir empezó siendo una idea tan descabellada como simple: registrar y dar testimonio de los últimos momentos en una de las últimas salas del centro de la ciudad. En este caso, de la última sala que proyecta un cierto tipo de cine (llámenle independiente si les motiva, aunque no lo sea) que no se proyecta en el resto de la ciudad (a excepción de festivales, muestras concretas y pases en la Filmoteca). Una idea, que tras un par de tardes, tomó forma de cortometraje documental, con la intención de testimoniar los últimos días de los Renoir en Zaragoza. A raíz del mismo no sólo se pretendía dar reflejo de una realidad cada vez más habitual (el cierre de salas), sino que también se quería hablar con todas aquellas personas que en mayor o menor medida tenían a los Renoir como un lugar donde sentirse “como en casa”. 

En este caso, tras 15 años de existencia y actividad, los cines Renoir eran ciertamente especiales para un pequeño sector cultural de la ciudad. Durante estos años, en estos cines se ha gestado una pequeña familia entre sus trabajadores (algunos con muchos años en su espalda trabajando para que otros veamos cine) y gran parte de sus espectadores, frecuentes de los Renoir y con cierta constancia en sus proyecciones (menos de la que Alta Films querría, eso está claro).  

Si mis cálculos no fallan, el último pase de los cines Renoir en Zaragoza está a punto de comenzar mientras escribo esta entrada. Por tanto y como decía aquel refrán de “a buen entendedor”...imaginarán que ni estoy allí grabando el último pase, ni se va a dar testimonio audiovisual sobre lo acontecido esta semana y esta noche en particular. Más allá de la pieza informativa que puedan realizar los medios de comunicación. ¿La razón? Muy sencilla: la negativa de Alta Films a que se grabe cualquier imagen en el interior de sus cines los días antes de su cierre. O lo que es lo mismo, un NO en toda regla cuando se le ha solicitado autorización para hacerlo. 

¿El motivo? Que Alta Films quiere que se hable lo menos posible de este tema. O ese es al menos, el único motivo que se me ha dado telefónicamente. Y ustedes se preguntarán… ¿pero por eso no dejan grabar unos planos y unas entrevistas en los cines? Pues sí señor, por eso mismo. Porque esto es un negocio, y en el negocio los tipos que quieren grabar cortos documentales en tu casa cuando esta se tambalea, son como un grano en el culo que no sabes muy bien por qué te ha salido, pero que cada vez que te sientas recuerdas su incómoda presencia.  

Porque el negocio es lo primero. Y eso no es de hoy. Eso es de siempre. Pero claro…para que a servidor le hayan dado un no por respuesta, ha tenido que hablar con el máximo responsable de la empresa en cuestión, porque allí la pelota se va pasando de un tejado a otro y nadie dice nada. Y no crean que ha sido fácil no. “Que si llame usted mañana”…”que si envíe usted un mail”…”que si ahora está comunicando”…”que si ya le dije que enviara un mail ayer” “que si reenvíe el mail a esta otra dirección” y la pobre secretaria atormentada por ese granito molesto que cada vez incomoda más. Pero claro…basta que digas que algo es ciertamente urgente, para que los días pasen del calendario y los mails no se contesten ni en 24 h. Y oiga, que no hay mal que por bien no venga, que la paciencia también hay que cultivarla. Mientras tanto, por supuesto, no se graba nada de nada. No vas a entrar en la casa del vecino si no te dan permiso. Y tampoco es cuestión de buscar problemas.

Hasta que finalmente a uno le dicen que tururú, que si quieres hacer un docu romántico sobre la clausura de un cine, lo haces sobre los cines del vecino. Que uno aún tiene salas abiertas en el resto de España y que no se quiere hablar mucho de este tema. Claro, normal. Que yo lo entiendo. Que el cine está cerrando, está echando a gente a la calle (a no ser que reubiquen a los trabajadores en otro cine) y eso significa que la cosa no está para tirar cohetes. Claro que lo entiendo. Pero mire usted, que la intención de este docu ni es reivindicativa, ni está ligada a ningún medio empresarial, de comunicación, político o social, ni por supuesto, va a salir en un corto plazo de tiempo. Por no hablar del mínimo impacto que puede tener un corto documental sobre la clausura de unos cines en Zaragoza. La intención del docu era precisamente la contraria: hablar de la relevancia de Renoir en Zaragoza (de la del cine, claro está), de la buena acogida que han tenido con ciertos sectores cinéfilos como la incansable Tertulia Perdiguer (si alguna vez se han fijado en los pasillos de los cines ondean/ondeaban orgullosos los diplomas que dicha Tertulia entrega anualmente a la mejor película europea), de los cambios que se están produciendo en la forma de consumo cinematográfico y claro está, de un hueco importante que se queda abierto para cierto sector de espectadores que todavía pagaban religiosamente su entrada. Y sí, se pretendía dar voz a los trabajadores de las salas, pero no para que me hablaran de su despido inmediato, sino para que me contaran sus mejores momentos entre metros de celuloide y olor a palomitas. Vamos, para sacar muchos aspectos positivos de una noticia triste.

Pues mire usted, entiendo su decisión, pero no la comparto. Y por eso mismo estoy en casa escribiendo esta entrada y no grabando totales de los espectadores que en este momento hacen cola para ver la última peli que se proyecta. Y aún a riesgo de que esto se pueda mal interpretar como una pataleta, uno todavía se rige por ciertos principios. Mejores o peores, pero principios.  Y sí, el documental se podría hacer igual grabando las entrevistas en otra parte y sin usar recursos de los Renoir. Pero si la propia empresa que gestiona los cines no pone ni un gramo de interés en el asunto, es cuando uno se pregunta  para qué narices va a destacar tantos aspectos positivos de unos cines que te ven no como un amigo, sino como un grano en el culo.

Pero así es el mundo donde nos movemos, lleno de incoherencias como esta, donde una empresa que se dedica al cine, no pone ni un poquito de su parte para que otros lo hagan. “Son solo negocios” que decía aquella película, “nada personal”. 

Pero no pretendan que me calle. Y no pretendan que no se hable de esto. Eso no, por favor. 

Todo depende desde donde se mire. Quería hacer un corto documental sobre los buenos momentos que muchos han vivido en los Renoir, sobre una gran pérdida cultural para la ciudad y sobre el romanticismo que envuelve a acontecimientos como este y  al final, me ha terminado saliendo una entrada que créanme, no hubiera hubiera querido escribir hace unos días.

Pero callarse no, eso nunca. Que como me decía hace poco Cinegoza, la libertad de expresión es por ahora, lo único que todavía no nos pueden quitar. Y añado: tampoco recortar.

Aprovecho desde aquí a mandar un saludo muy afectuoso a los 9 trabajadores que a partir de hoy se cogen unas vacaciones "obligadas". Y por supuesto a todos los que, de algún modo, sé que hubieran querido ver este documental y me han ayudado estos días previos para que todo estuviera a punto de grabarse. Gracias por vuestro interés y por vuestra paciencia. 

Y ya saben...vayan al cine, que la cosa está muy fea. 

martes, 1 de mayo de 2012

Un poquito de por favor



Muchas cosas han pasado de un tiempo para aquí. Ya lo dice el refrán que “en abril aguas mil”. Y así ha sido. Este mes de abril no ha dado tregua para el sector cinematográfico y no ha parado de llover. A la noticia del previsible recorte en materia presupuestaria de las ayudas cinematográficas (incluyendo, entre otras, la supresión de las ayudas al desarrollo de guión y a proyecto de cortometraje) se suma ahora la noticia del cierre de los cines Renoir en Zaragoza y Palma.

El cierre de los Renoir es una puntada más a la evidencia: las salas de cine son cada día menos rentables. Más allá de la propuesta de recogidas de firmas (que tampoco está de más aunque se me ocurren mil motivos mejores por los que organizar una), lo cierto es que la exhibición cinematográfica es un sector privado al que le está yendo bastante mal. Un sector privado que las está pasando canutas porque los espectadores acuden cada vez menos a las salas y porque cuando lo hacen aprovechan el día para ir de compras, comer una hamburguesa y jugar una partida de bolos. Y eso, desgraciadamente, ya no lo ofrece una mera sala de cine. Eso lo ofrece un centro comercial. Reducir los motivos de la ausencia de público en las salas a la falta de la calidad de las películas me parece reduccionista. Reducirlo a la llegada de internet y a la descarga ilegal (o legal, lo mismo me da) probablemente también lo sea. Reducir esa falta de asistencia a una apatía generalizada respecto al sector cinematográfico también lo es. Y por supuesto, cargar solo sobre el espectador también me parece bastante irresponsable. La competencia cinematográfica es cada vez mayor. El sector se recrudece con las noticias de los recortes presupuestarios y algunos exhibidores deciden cerrar sus salas. Las majors encuentran de esta forma, más facilidades para fagocitar por completo una cartelera cada vez más uniforme. Pero habría que plantearse seriamente y con rigor cuáles son los motivos de la falta de asistencia a los cines. ¿No tienen parte de responsabilidad también muchas salas con sus malas programaciones de películas, la mala calidad en sus proyecciones, la falta de oferta en VOSE, y por qué no decirlo, el excesivo precio que pueden alcanzar algunas entradas de cine para lo que finalmente ofrecen muchas de las películas? Con esto no quiero decir que los Renoir de Zaragoza cumplan estas características. Ni mucho menos. Si algo ha caracterizado a los Renoir de Audiorama ha sido el rigor en su cartelera, en el acondicionamiento de la salas, el buen trato de sus trabajadores y la calidad de sus proyecciones (incluyendo con estos, calidad de imagen y sonido) para que uno se sienta como en casa. Pero también le podríamos achacar una mayor oferta en VOSE en los últimos años y aquí nadie ha dicho nada al respecto. Imagino que por aquello de que cuando alguien muere todo son elogios.

Aún así, estos días me estoy empezando a cansar de leer por las redes sociales que “otro puñetazo a la cultura en Aragón”, que “en Zaragoza se están cargando la cultura” y que “qué pena de ciudad tenemos”. Pues no, mire usted. El cine es cultura, pero también es una industria y sobre todo un negocio. Especialmente un negocio. Y si en su restaurante usted lleva semanas sirviendo un solo menú por día cuando tiene veinte mesas, cinco camareros contratados y ocho proveedores a los que pagar, ya me dirá cuánto tarda en cerrar el garito. Los motivos reales los desconozco y probablemente sean un compendio de multitud de factores. Pero seamos serios con este tipo de noticias y no llevemos a nadie a engaños. Es una pena que los Renoir de Zaragoza cierren. Por supuesto que lo es. Pero habría que preguntarse cuántos de los que ahora se quejan de su cierre van semanalmente a ver una película a sus salas. O por ser generoso, quincenalmente. Pues bien, con esa entrada que usted paga una vez al mes o cada tres meses para ver una película, un cine no se mantiene. Que cierren los Renoir es responsabilidad de todos. Incluidos usted y yo también.  Echaremos de menos a los Renoir...mucho. Como a los Goya, los Aragón, el Mola y muchos otros que han desaparecido en los últimos años. La oferta va a ser menor y va a estar cada vez más concentrada, pero estoy seguro de una cosa: el cierre de los Renoir tampoco servirá para que a partir de ahora las cifras de la Filmoteca de Zaragoza suban sustancialmente. Así que seamos serios y como decía aquel portero tengamos todos "un poquito de por favor". Que ahí afuera están pasando muchas cosas serias como para agarrarse una pataleta por esto.