miércoles, 30 de enero de 2008

AMERICAN GANGSTER: Cuando el homenaje se convierte en épica.


Si metemos a El Padrino de Coppola y Frech Connection de Friedkin en una coctelera, le aplicamos el ritmo narrativo característico de Ridley Scott y nos lo llevamos a las calles de Harlem, obtenemos American Gangster, o lo que es lo mismo, obtenemos una película tan sólida y contundente, como canónica en el cine de gangsters, que sabe beber de sus antecesoras, para complementarlas sin parecer abusivamente repetitiva.

En contra de la sinergia creada menospreciando todas las virtudes que posee la película, me atreveré a decir que nada tiene que envidiar este film a las grandes películas que otros, como Scorsese han rodado en los últimos veinte años en el género gangsteril. Son estas virtudes, encabezadas por un apabullante ritmo narrativo, las que consiguen que haya hueco para la esperanza en un director que hacía mucho que no mostraba una obra tan completa, al nivel de las mejores películas que ha rodado en su filmografía. Si el género gangsteril suele caracterizarse por los ambientes y las atmósferas agobiantes, claustrofóbicas, corruptas, en detrimento en multitud de ocasiones de las historias que cuentan, en este caso tenemos la conjunción de ambas partes. Historia y ambiente se unen en una película adictiva, con un entramado claro y sobre todo electrizante gracias a un montaje tan cuidado como soberbio en su faceta de mostrar el ascenso y caída de Frank Lukas (Denzel Washington).


La ambigüedad entre lo bueno y lo malo, el límite entre la corrupción y lo correcto supone un hilo tan fino en el retrato que Ridley Scott realiza, que invita sin lugar a dudas a plantearse los verdaderos motivos de cual es el personaje que está haciendo realmente lo correcto dentro de su historia. El marco en el que Ridley Scott se mueve entre el homenaje al black explotation y al cine gangsteril posterior a la década de los 60, es quizá el mayor achaque de esta película puesto que casi todo suena a algo ya visto y que por otro lado funciona a la perfección en el recién entrado nuevo siglo falto de buenas películas de gangsters. En ese afán por retomar esa estética callejera, que también aplicara Scorsese en la reciente Infiltrados, Ridley Scott deja algunas de las escenas más vibrantes que servidor recuerde en la sala del cine, como el momento en el Frank Lucas mata a sangre fría a otro gangster delante de toda su familia (toda una declaración de principios que el personaje realiza y que luego continúa a lo largo del metraje), o la fantástica escena de asalto al alijo de droga que supone el clímax final digna de estudio para cualquier estudiante de realización que pretenda regir su cine por las doctrinas contemporáneas.



El otro gran acierto, es el de convertir la debilidad de Frank Lukas en el punto fuerte de Richie Roberts (Russell Crowe), la familia. Paradigmático enlace asociado a los gangsters de la mafia italiana, que en la película acaban por quemar la carrera de Frank Lucas, simbolizado en un abrigo de pieles, y por dinamitar sin embargo la pulcra carrera del policía Richie Roberts. Curioso cuanto menos, que los personajes no tengan la necesidad de compartir escena hasta el final del la película.

American Gangster es sencillamente una película de gangsters con mayúsculas. Denostada por la crítica e infravalorada por muchos espectadores más pendientes de extraer los pequeños fallos, que de dejarse llevar por una historia bien construida, algo tramposa (la escena de Frank Lucas a lo Rambo en Vietman es casi cómica), pero impecable en su realización, es una película épica en su género que seguro envejece mejor de lo que muchos creen, y que ojalá con el tiempo sea puesta en el lugar que le corresponde junto a las grandes películas de gangsters. Algunos, los más valientes, ya le han llamado, la “Scarface negra”. A mí sencillamente me invita a recuperar las ganas de volver al cine a disfrutar del cine de un director que parece haber vuelto a encontrar la senda del buen cine.

sábado, 12 de enero de 2008

Como hacer un buen uso de las reglas dramáticas del suspense en una ópera prima.

El análisis de un guión en profundidad es una tarea tan lenta como apasionante. Uno acaba practicamente introduciéndose en la cabeza del autor y analizando las posibles intenciones, las que el guionista tenía de manera premeditada y las que no conocía cuando escribió el guión pero que pueden ser analizadas y examinadas en profundidad. Durante este último tiempo he estado atareado con el análisis del guión de Tesis. Ahí va para los amantes de esta ópera prima una parte introductoria de este análisis que reflexiona sobre las reglas que Amenabar usa conscientemente para atraer la atención del público durante dos horas y que aplica en practicamente todas sus películas.

"Es cierto que durante prácticamente toda su reducida filmografía Amenabar ha demostrado ser un experto maestro del suspense. No sorprende por tanto que su primera película, así como sus primeros cortometrajes se enclave dentro de este género, también llamado de intriga o thriller que se caracteriza por tener tramas que giran en torno a sucesos criminales y que quedan en segundo plano frente al mecanismo narrativo que hace la participación del espectador para desentrañar las diversas hipótesis sobre interrogantes planteados a lo largo de la historia. Dentro de este género los personajes son investigadores y nunca tienen relación con el crimen directo a diferencia del cine de gangsters. Tal y como les sucede a Ángela (Ana Torrent) y Chema (Fele Martinez), dos estudiantes que se ven involucrados en una trama compleja y truculenta en torno a las snuff-movies.

El cine de suspense se caracteriza por profundizar en la psicología de personajes. Muchas veces, a diferencia de otros géneros como el cine negro, esa psicología resuelve los conflictos planteados por la trama (motivaciones para el crimen, reacciones en situaciones límite, etc.) Tesis es el ejemplo perfecto de un guión que bebe desde la novela negra de Dashiell Hammett hasta los esquemas repetidos en multitud de películas por Alfred Hitchcock, maestro indiscutible del género. Todo adaptado al Madrid de los años 90, en un contexto actual y sin renunciar a las reglas básicas que hacen de tesis una película de género.

Si Amenabar es experto en algo, es en tratar el punto de vista. En las películas de Amenabar el punto de vista siempre está súper definido. Suele ser el del protagonista de la historia, que de manera premeditada comparte punto de vista con el espectador. Es decir, el protagonista posee la misma información que posee el espectador, de manera que cuando se le revela información, también el espectador es participe de esa revelación. Con lo cual Amenabar consigue que el espectador empatice rápidamente con el personaje protagonista, además de conseguir crear un gran suspense a lo largo de toda la película que se resuelve con el whodunit[1] final. Curiosamente toda su filmografía a excepción de Mar Adentro se sustenta en una gran revelación final o anagnórisis final que se oculta disimuladamente a lo largo de toda la película para crear una sorpresa y un impacto en el espectador que se ve incrementado por el cuidado punto de vista que suelen mantener sus películas. Así pues en Tesis, Ángela descubre que Bosco (Eduardo Noriega) es el asesino, en el clímax de la película. Y lo hace en el mismo instante que lo hace el espectador. Al igual sucede cuando Grace descubre en el clímax de Los Otros que está muerta, y cuando Cesar descubre al final de Abre los ojos que el mundo dónde vive no es real.



En el caso de Tesis podríamos hablar de que la trama es casi un rastreo policial por parte de Ángela y Chema, que perfectamente podrían suponer una proyección distorsionada y deformada de Sherlock Holmes y Watson. Siguiendo las reglas del género, se da en Tesis un proceso de caza y captura o lo que es lo mismo, el proceso de perseguidor y perseguido, que exceptuando alguna escena concreta apenas se subvierte en toda la trama.

Amenabar utiliza una relación de tres personajes, basada en el triángulo, que también repetirá posteriormente en Abre los ojos. Dentro de esa relación, encontramos a Bosco, el villano típico del cine de suspense, que en este caso no sabemos que es el asesino. Lo más curioso de Tesis, es que a diferencia de muchas películas del género, como por ejemplo la simultánea Seven de David Fincher o la también canónica El silencio de los corderos de Jonhatan Demme, Amenabar no se pregunta por la condición del villano. Es decir, no se centra en los rasgos psicológicos del asesino. Le da lo mismo. Prefiere centrarse en la trama y en la historia que se desenvuelve a partir de sus asesinatos, pero no intenta ni justificar la psicología del asesino ni explicar porque mata. Simplemente está ahí y cumple su función para que la historia avance. Este rasgo hace que Tesis, junto a la dosificada maestría de ir repartiendo la información a en torno a la trama según convenga, sea un claro ejemplo de cómo ir un poco más allá de las propias reglas del género.

Si bien es cierto que la historia posee grandes dosis de humor, bastante negro en según que momentos y ácido en la gran mayoría de ocasiones (como cuando Chema alude a que la película que ha matado a Figueroa seguro que es española), podemos decir que se trata de una película que sigue canónicamente las reglas del cine de suspense. Amenabar ha reconocido en alguna ocasión que en sus cortometrajes eran meros ejercicios para aplicar las premisas dramáticas que exige el cine de suspense. Tesis es por tanto la consagración de estos ejercicios de manera magistral, en un guión tan cuidado como sorprendente en cuanto a temática se refiere.



Mateo Gil explica en una entrevista[2] como cuando se dispusieron a escribir el guión tanto él como Amenabar se plantearon una estructura clásica en tres actos con dos puntos de giro. Posteriormente se formaría un mejunje extraño, según declara el propio Mateo Gil, puesto que en la falsa pista que Amenabar da a mitad del tercer acto, la trama se dilata demasiado. Es quizá uno de las mayores novatadas que Amenabar cometió con esta película, fruto de la inexperiencia que supuso escribir y dirigir Tesis con 23 años. Pero Amenabar consiguió su propósito inicial: mantener la atención del espectador durante 2 horas de película, siguiendo las reglas dramáticas que ofrece el género para realizar una película de género en un país dónde la taquilla se empeñaba en demostrar que el cine de género no interesaba. El cine de Amenabar tiene una virtud primordial frente a los diferentes defectos que se le puedan sonsacar a sus diversas películas: gusta a todo el mundo. Seguramente suceda eso porque Amenabar demostró ya con 23 años que era un perfecto conocedor de las reglas del género de suspense. Posteriormente también lo haría con la ciencia ficción y el terror y de manera más débil con el drama. Como perfecto conocedor de los géneros que el propio Amenabar admira, Tesis se convierte en una recreación a la española de los trucos y distracciones que hacen posible crear intriga para mantener atento al espectador incluso en los momentos más inverosímiles. Tal y como lo hicieron en su día Otto Preminger, Fritz Lang o Alfred Hitchcock. Porque las reglas del cine de suspense ya están escritas. Sólo es necesario saber leerlas, reinventarlas y como no tener una pizca de talento y mucho método para escribir una ópera prima como Tesis."

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[1] Término adorado por Amenabar, acuñado por Hitchcock y que hace referencia acerca de quién es el asesino de la trama, tan propio de los finales del cine criminal de suspense.
[2] PAULA VERA, Cecilia (2002): Como hacer cine 1, Editorial Fundamentos, Madrid