jueves, 28 de abril de 2011

607 metros

Primero. Estiramiento muscular.

Pon tus mejores ideas sobre la mesa. Decide cuál de ellas estás dispuesto a desarrollar. Imagínala con todas tus fuerzas. Elimina las otras nueve. Quédate sólo con una y nunca la pierdas de vista. Será tu guía. Imagina una bobina donde plasmar tu idea. Imagínala con fuerza como para poder entrenar con energía durante mucho tiempo. Agárrate y coge impulso… mucho impulso…impulso como para dar un salto digno de competición. Empieza por escribir y reescribe hasta que tengas un guión por el que merezca la pena entrenar. Cuando hayas reescrito, corrige de nuevo, déjasela a otros atletas que corran mejor y más deprisa que tú para que te ayuden a mejorar tu musculatura. Acepta que apenas sabes trotar. Vas a necesitar ayuda. Mucha ayuda. Necesitas entrenamiento antes de la carrera. Mucho entrenamiento. Búscate un entrenador. O dos. O tres. O los que necesites para poder entrenar todos los días.

Segundo. Entrenamiento suave.

Empieza a trotar, sin prisa pero sin calma. Cada día un poco. Todos los días sin excepción. No busques excusas para no entrenar. Apaga el televisor. Y el ordenador. Deja de observar a tus atletas favoritos. No los analices más. Es suficiente. Estira tus músculos y comienza a correr suave. Ahora concéntrate en tus músculos. Tendrás que conocer hasta la última célula de ellos para ponerte de acuerdo para que todos corran en la dirección que tú quieres. Mientras empiezas a trotar, a elaborar tus dossiers, a buscar financiación, a formar un equipo con el poder competir, prepárate lo mejor que puedas. La carrera va a ser fuerte y te va a exigir mucho. Inspira y expira sin cesar. Intenta expirar fuerte como para que el aire que expulsas saque algo de lo más profundo que llevas en ti. Recuerda de vez en cuando a tus atletas favoritos. No intentes correr como ellos, porque ellos son más veloces que tú. Llevan más años compitiendo que tú y son mejores deportistas que tú. No quieras hacer lo que ellos hacen. Busca tu estilo de trote. Uno con el que tú te sientas a gusto. Encuéntralo y no lo dejes. Trota suave. No pierdas el ritmo, y concéntrate al máximo porque vas a tener que trotar mucho. Y el trote, siempre es la base de una carrera fuerte.

Tercero. Entrenamiento fuerte.

Está bien. Puedes trotar con facilidad y además apenas te supone esfuerzo. No es suficiente. Ahora analiza cuáles son tus puntos fuertes y escudriña tus puntos flacos. Recuerda todas las horas de trote y de marcha que llevas encima. Estás preparado. Es hora de correr horas y horas sin parar. Sal a la calle. De día y de noche. Con y sin tus entrenadores. Piensa en la carrera y en la pista de atletismo. Y ahora coge aire porque te vas a someter a la primera prueba de un entrenamiento fuerte. Coge aire hasta que no te quepa nada más en los pulmones. Ahora que los tienes llenos de aire ¡expira con fuerza!: reuniones, preguntas que hacer, preguntas que responder, cientos de planos, decenas de días por delante, papeles, más dossieres, actores, fotografía, arte, preguntas que hacer, preguntas que responder, sonido, producción, maquillaje, vestuario, localiza, localiza, localiza, cuentas, subvenciones, preguntas que hacer, preguntas que responder, ensayos, referencias, charlas, ayudas, caminos sin salida, esto aquí, esto allá, esto mejor aquí, esto mejor más allá, no, no, mejor donde al principio, músculo, músculo y más músculo. ¿Lo notas verdad? Tu cuerpo se endurece, tus músculos crecen y crecen, tu potencia aumenta poco a poco, tu cuerpo parece el de uno de esos atletas. No te engañes. Es sólo un espejismo. Da igual quién confíe en ti y el motivo por el que lo haga. Eso no debe ser presión. Ahora te toca correr de verdad. Estás a tono para correr. Ya no puedes echarte atrás. Cierras los ojos y espera paciente hasta la carrera.

Cuarto. Carrera.

Eso significa que alguien disparará al aire para darte la salida y que tú deberás correr como para logar una marca aceptable. Tendrás que correr con certeza y de forma precisa. Zancada a zancada. Virando en cada una de las curvas de la pista sin temblar. A veces a cámara lenta, muy lenta. Sudas. Sudas como un verdadero cerdo, por poca verdad que exista en esa expresión. Y mientras corres, sin saber muy bien cómo, eres capaz de olvidarte de todo. Disfrutas de la carrera. Y encuentras una burbuja en la que sólo estás tú frente a la pista de atletismo. Oyes gritos, voces, escuchas las voces de tu entrenador. Su voz resuena como un eco en tu cabeza. Nada importa. Sólo esa sensación de correr en libertad hasta llegar a la meta. No sabes si vas a llegar, y durante un buen rato lo dudas de veras. Da igual. La carrera es el momento deseado. Ese momento por el que ha merecido la pena entrenar y entrenar. Terminas la carrera y llegas hasta la meta. Te parece algo tan extraño e increíble que dudas de si has llegado realmente. Nadie te comunica tu marca. Nadie la ha registrado. Miras a tu alrededor, la gente te felicita. Tú sabes que no sirve de mucho. No sabes tu marca. Miras a tu alrededor. Tu entrenador de reojo te mira. Sabes que tiene la marca. No te la va a decir hasta el último momento. Ahora no es necesario.

Quinto. Gimnasio.

Perfecto. La carrera ha terminado ¿Y ahora qué? Ahora gimnasio. Repasa mentalmente cada uno de tus pasos en la carrera. Es hora de ordenarlos en montaje..Corrige esa zancada mal dada. Mejora esa respiración inadecuada. Conversa con tu entrenador y analiza la carrera. Tu carrera. Analízala como cuando analizabas las carreras de aquellos a quien admiras. No es suficiente, no es suficiente…Máquinas. Sala de máquinas. Más máquinas. No sabes ni cómo se manejan muchas de ellas. Da igual. Aprenderás. Otros te enseñarán. Sigue curtiendo tus músculos sin cesar. Vuelve a machacar cada uno de tus músculos para no perder tono. Y entre esas máquinas, en cada una de tus brazadas para levantar esas duras pesas, recuerda que pronto conocerás tu marca. Ya queda menos.

Sexto. Competición.

Ha llegado la hora. Tu entrenador te comunica tu marca. 607 metros. Es un récord. Sabes que nunca habías llegado hasta ahí. No es un récord nacional, ni mundial. Ni siquiera regional. No parece una gran marca. Es una marca de tan sólo tres cifras. No importa. Es tu marca, tu propia marca personal. Y por mucho que lo intentes, no puedes evitar emocionarte por un instante. Ahora, que al menos ya sabes que puedes correr, apenas te tas cuenta que tus entrenadores te mandan competir. No quieres. Estás satisfecho con tu carrera. Eso es suficiente y en fondo es lo de menos. Tu cuerpo y sobre todo tu mente ya están preparados. Adelante. Es el momento de dar a conocer la marca. De que todos vean como corres. No preocupes por cómo corren los demás. Lo importante es que tú también vas a correr.

Recuerda que después de mucho entrenamiento, cuando estés exhausto y quieras dejarlo, cuando creas que has entrenado suficiente, sólo estarás al comienzo de tu verdadera carrera. La que ahora te exige competir a ti. Y tú que vas a tener que competir durante mucho tiempo…preferirías estar entrenando.

jueves, 21 de abril de 2011

10 razones por las que ver Scream 4.


  1. Porque la firma Wes Craven (eso ya debería ser motivo suficiente) y porque la película se la ha dedicado a su padre –créditos finales-(algo de cariño le habrá puesto ¿no?)
  1. Porque la película se ríe de sí misma pero también es consciente del mito que supuso en su día. Las referencias aparecen por todas partes, no sólo a los clásicos del cine de terror, sino a recientes fenómenos que siguen imitando la película que revitalizó el psycho killer a partir de los noventa.
  1. Porque uno descubre que en España los dobladores se lo pasan bomba interpretando algunos de los chistes originales de la película y adaptándolos a su versión española. Para no desvelar nada, atentos a la comparativa que Gale (Courtney Cox) hace con la policía rubia.
  1. Porque su primera escena, tal y como sucedía en la primera entrega, va muy por delante del espectador y porque en ella descubrimos que Pícara no es invencible.
  1. Porque el hermano pequeño de Macaulay Culkin regenta el cine club del instituto, y porque su compañero tiene un motivo (no adelanto spoiler) muy convincente para no morir.
  1. Porque mezclar sustos y risas en un cine no suele ser tarea fácil. Las nuevas generaciones no vivieron el fenómeno de las anteriores películas, y sin embargo con esta cuarta entrega (al menos en mi sesión) no pararon de reír y de botar de su butaca.
  1. Porque la máscara de Ghsotface sigue dando un mal rollo impresionante.
  1. Porque así uno aprecia lo bien que le sientan los años a Neve Cambell, y lo guapa que estaba Courtney Cox en la primera entrega.
  1. Porque gracias a los diálogos de la película descubrimos que ya no está de moda que un asesino acose a sus víctimas a través de facebook. En los tiempos que corren es más propio que lo haga a través de twitter.
  1. Porque en definitiva, la película recupera y respeta el espíritu de la primera entrega y aunque no sorprende, sirve para pasar un buen rato en la sala de cine. Si no es suficiente, uno siempre puede ir a ver bailar a Justin Bieber...y luego no saber qué contestar cuando alguien le pregunte por teléfono con qué asesinaba Michael Myers.

sábado, 9 de abril de 2011

Adiós al maestro. Sidney Lumet (1924-2011)


“Hago películas porque me gusta. Es una manera maravillosa de pasar tu vida”

Normalmente hay una serie de directores que a uno le gustan más o le entusiasman de alguna manera. De esos hay un pequeño puñado que uno considera imprescindibles, y por cuestiones que trascienden a lo meramente racional y que casi siempre se vinculan a lo emocional, hay uno o dos que resultan sumamente especiales. Vaya por adelantado, que Sidney Lumet, era uno de esta última categoría en mi caso. De ahí que este "no obituario" no se reduzca a una simple fecha con fotografía, sino que más bien sea la manera de exorcizar este desapacible día.


Su IMPRESCINDIBLE libro “Así se hacen las películas” (el cual cualquier director debería leer varias veces a lo largo de su vida) y sus más de cuarenta películas, son una buena manera de acercarse a él para quien no esté familiarizado con el director estadounidense. Esta tarde, cuando un buen amigo me enviaba un mensaje para comunicarme la muerte del octogenario director de cine, me quedaba helado en medio de un supermercado. Petrificado. Inmóvil frente a la mirada de la cajera que exigía rapidez para que rellenara mis bolsas de la compra. Y puede que nunca antes hubiera sentido una cosa así, tratándose de alguien a quien no conoces personalmente. Imagino que es inevitable cuando piensas que el director que ha muerto ha sido una de las personas que te ha regalado algunas de las mejores horas de tu vida, y que ha conseguido en varias ocasiones, no sólo aplausos rotundos en tu sofá, sino verdaderos ataques de emoción y respeto.


La tarde de perros del 9 de abril (como algunos comentaban con agudeza en las redes sociales) ha despedido a uno de los últimos bastiones del buen cine. Del cine que se escribe con mayúsculas y que está al alcance de muy pocos. Esta tarde se ha marchado uno de los últimos exponentes de la Generación de la Televisión (Lumet realizó más de 20 trabajos televisivos además de todas sus películas), y uno de los últimos directores “casi clásicos” que seguía en activo (siempre resulta controvertido utilizar la palabra "clásico"). Hoy se va uno de los directores con una ópera prima, que a la postre, se ha convertido en un clásico imprescindible. Pocos directores han demostrado tanto oficio y tanta visión cinematográfica, como la que Lumet desplegó en su primera película 12 hombres sin piedad (Twelve angry men, 1957). Durante 86 minutos, y con texto de Reginald Rose, Lumet filmaba con maestría a esos doce hombres encerrados en la sala de jurado, intentando otorgar un veredicto. Henry Fonda con su impecable traje blanco, un ventilador estropeado, cuatro paredes de un plató a medida y una cámara oportuna, vivaz y precisa en cada uno de sus planos, le bastaron al joven Lumet para rodar esta obra maestra con un presupuesto mínimo y sembrar la tan presente duda razonable en el espectador. El resto, forma parte del mejor cine judicial de todos los tiempos, y un legado único e irrepetible que perdurará a través del tiempo.Con Lumet, muere también, uno de los cineastas más comprometidos del cine estadonidense (pese a que él mismo lo negara en varias ocasiones). Al igual que John Ford, Lumet nunca dijo que entendiera el cine en términos de arte. Más bien, entendió el cine como un oficio. Negó siempre que la figura del director fuera más relevante que el resto de un equipo de rodaje,y puso en duda la teoría del cine de autor en varias entrevistas. Películas como Supergolpe en Manhattan (The Anderno Tapes, 1971), El príncipe de la ciudad (Prince of the City, 1981), o A la mañana siguiente (The morning Alter, 1986), son obras de minuciosa orfebrería, a veces consideradas películas menores, pero que sin lugar a duda, podrían servir como clases magistrales en cualquier universidad del mundo de cómo dirigir una película.


No todo fueron luces para el director de Filadelfia. Lumet nunca ganó un Oscar de la Academia (como tantos grandes directores), y tuvo que esperar al año 2005 para que se le concediese de forma honorífica. Sí que estuvo a punto de ganarlo en varias ocasiones. Cuatro de sus nominaciones fueron por cuatro de sus mejores películas. Junto a su primera nominación con su debut, recibió otras tres por Tarde de Perros (Dog Day Afternoon, 1975), Network (1976), y Veredicto Final (The Verdict, 1982, de la que hace poco hablé en el blog). Además, gracias a Lumet, disfrutamos de una de las mejores interpretaciones de Marlon Brando en Piel de serpiente (The fugitive kind, 1959), de una de las mejores Katharine Hepburn en Larga jornada hacia la noche (Long Day´s Journey Into Night, 1962) y de un Al Pacino irrepetible poniéndose en la piel del mito Serpico (1973). Son muchos los actores que han recibido una nominación al oscar de la mano de Lumet, y muchos los espectadores que se han emocionado con alguna de sus películas.


Y quizá, gran parte del mérito del maestro Lumet, es que su obra no es ni mucho menos perfecta. Entre sus películas, se encuentran grandes fracasos de taquilla, grandes batacazos para la crítica, y películas insoportables como los remakes de El mago (The Wiz) o Gloria (1999), por poner dos de los múltiples ejemplos que podríamos sacar a relucir. Sin embargo, antes de morir, Lumet quiso ofrecer sus últimos apuntes como gran director en la memorable Antes que el diablo sepa que has muerto (Before the Devil knows you´re Dead, 2007) y en la imprescindible Declaradme culpable (Find Me Guilty, 2006), donde sacando lo mejor de un Vin Diesel casi irreconocible, ponía el broche perfecto a una larga trayectoria ligada al estrado judicial estadounidense. Sidney Lumet nunca descansó en su trabajo y en su empeño por hacer cine. A él le debemos gran parte del mejor cine policial, social y judicial de todos los tiempos. Con sus éxitos y sus fracasos y con un legado cinematográfico que seguir descubriendo, nos dice adiós uno de los mejores orfebres que han pulido el celuloide. Hasta siempre Lumet. Gracias por hacer que este mundo no sea tan implacable como parece.