Muchas cosas han pasado de un
tiempo para aquí. Ya lo dice el refrán que “en abril aguas mil”. Y así ha sido.
Este mes de abril no ha dado tregua para el sector cinematográfico y no ha
parado de llover. A la noticia del previsible recorte en materia presupuestaria
de las ayudas cinematográficas (incluyendo, entre otras, la supresión de las
ayudas al desarrollo de guión y a proyecto de cortometraje) se suma ahora la noticia del cierre de los cines Renoir en Zaragoza y Palma.
El cierre de los Renoir es una
puntada más a la evidencia: las salas de cine son cada día menos rentables. Más
allá de la propuesta de recogidas de firmas (que tampoco está de más aunque se
me ocurren mil motivos mejores por los que organizar una), lo cierto es que la
exhibición cinematográfica es un sector privado al que le está yendo bastante
mal. Un sector privado que las está pasando canutas porque los espectadores
acuden cada vez menos a las salas y porque cuando lo hacen aprovechan el día
para ir de compras, comer una hamburguesa y jugar una partida de bolos. Y eso,
desgraciadamente, ya no lo ofrece una mera sala de cine. Eso lo ofrece un
centro comercial. Reducir los motivos de la ausencia de público en las salas a
la falta de la calidad de las películas me parece reduccionista. Reducirlo a la
llegada de internet y a la descarga ilegal (o legal, lo mismo me da)
probablemente también lo sea. Reducir esa falta de asistencia a una apatía
generalizada respecto al sector cinematográfico también lo es. Y por supuesto,
cargar solo sobre el espectador también me parece bastante irresponsable. La
competencia cinematográfica es cada vez mayor. El sector se recrudece con las
noticias de los recortes presupuestarios y algunos exhibidores deciden cerrar
sus salas. Las majors encuentran de esta forma, más facilidades para fagocitar
por completo una cartelera cada vez más uniforme. Pero habría que plantearse
seriamente y con rigor cuáles son los motivos de la falta de asistencia a los
cines. ¿No tienen parte de responsabilidad también muchas salas con sus malas programaciones
de películas, la mala calidad en sus proyecciones, la falta de oferta en VOSE,
y por qué no decirlo, el excesivo precio que pueden alcanzar algunas entradas
de cine para lo que finalmente ofrecen muchas de las películas? Con esto no
quiero decir que los Renoir de Zaragoza cumplan estas características. Ni mucho
menos. Si algo ha caracterizado a los Renoir de Audiorama ha sido el rigor en su
cartelera, en el acondicionamiento de la salas, el buen trato de sus
trabajadores y la calidad de sus proyecciones (incluyendo con estos, calidad de
imagen y sonido) para que uno se sienta como en casa. Pero también le podríamos achacar una mayor oferta en VOSE en los últimos años y
aquí nadie ha dicho nada al respecto. Imagino que por aquello de que cuando alguien muere todo son elogios.
Aún así, estos días me estoy
empezando a cansar de leer por las redes sociales que “otro puñetazo a la
cultura en Aragón”, que “en Zaragoza se están cargando la cultura” y que “qué
pena de ciudad tenemos”. Pues no, mire usted. El cine es cultura, pero también
es una industria y sobre todo un negocio. Especialmente un negocio. Y si en su
restaurante usted lleva semanas sirviendo un solo menú por día cuando tiene
veinte mesas, cinco camareros contratados y ocho proveedores a los que pagar,
ya me dirá cuánto tarda en cerrar el garito. Los motivos reales los desconozco
y probablemente sean un compendio de multitud de factores. Pero seamos
serios con este tipo de noticias y no llevemos a nadie a engaños. Es una pena que los Renoir de Zaragoza
cierren. Por supuesto que lo es. Pero habría que preguntarse cuántos de los que
ahora se quejan de su cierre van semanalmente a ver una película a sus salas. O
por ser generoso, quincenalmente. Pues bien, con esa entrada que usted paga una vez al mes o cada tres meses para ver una película, un cine no se mantiene. Que cierren los Renoir es responsabilidad de
todos. Incluidos usted y yo también. Echaremos de menos a los Renoir...mucho. Como a los Goya, los Aragón, el Mola y muchos otros que han desaparecido en los últimos años. La oferta va a ser menor y va a estar cada vez más concentrada, pero estoy seguro de una cosa: el cierre de los Renoir tampoco servirá para que a partir de ahora las cifras de la Filmoteca de Zaragoza suban sustancialmente. Así que seamos serios y como decía aquel portero tengamos todos "un poquito de por favor". Que ahí afuera están pasando muchas cosas serias como para agarrarse una pataleta por esto.
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