En la última entrada comentaba que el
cierre de los cines Renoir en Zaragoza, mal que nos pese a muchos, es
completamente lícito y hasta comprensible. La razón es sencilla: dado que la
empresa privada que hay detrás del mismo (Alta Films) considera que no le
compensan las pérdidas económicas que las salas de Renoir Audiorama tienen, es
lógica su clausura para concentrar su exhibición de películas en la otra docena
de salas que todavía conservan abiertas. El otro gran perjudicado por las malas cifras es el cine Renoir de Mallorca, que desde ayer y a la espera de lo que hagan los espectadores del mismo, se encuentra también clausurado.
Igual de lícito que cerrar un cine, lo es
que no se deje entrar al mismo a grabar imágenes de ningún tipo en los días previos a su
clausura. De forma, que mal que me pese (esto imagino que solo me pesa a mí), tengo
que comprender y respetar la decisión de que Alta Films se haya negado a que
servidor grabara el interior de los Renoir en Zaragoza los días previos a su cierre, realizando allí algunas
entrevistas para un cortometraje documental.
El motivo de acudir durante estos
últimos cuatro días a grabar a los cines Renoir empezó siendo una idea tan
descabellada como simple: registrar y dar testimonio de los últimos momentos en
una de las últimas salas del centro de la ciudad. En este caso, de la última sala que
proyecta un cierto tipo de cine (llámenle independiente si les motiva, aunque
no lo sea) que no se proyecta en el resto de la ciudad (a excepción de
festivales, muestras concretas y pases en la Filmoteca). Una idea, que tras un
par de tardes, tomó forma de cortometraje documental, con la intención de
testimoniar los últimos días de los Renoir en Zaragoza. A raíz del mismo no
sólo se pretendía dar reflejo de una realidad cada vez más habitual (el cierre
de salas), sino que también se quería hablar con todas aquellas personas que en
mayor o menor medida tenían a los Renoir como un lugar donde sentirse “como en
casa”.
En este caso, tras 15 años de existencia
y actividad, los cines Renoir eran ciertamente especiales para un pequeño
sector cultural de la ciudad. Durante estos años, en estos cines se ha gestado
una pequeña familia entre sus trabajadores (algunos con muchos años en su
espalda trabajando para que otros veamos cine) y gran parte de sus espectadores,
frecuentes de los Renoir y con cierta constancia en sus proyecciones (menos de
la que Alta Films querría, eso está claro).
Si mis cálculos no fallan, el último
pase de los cines Renoir en Zaragoza está a punto de comenzar mientras escribo
esta entrada. Por tanto y como decía aquel refrán de “a buen entendedor”...imaginarán
que ni estoy allí grabando el último pase, ni se va a dar testimonio
audiovisual sobre lo acontecido esta semana y esta noche en
particular. Más allá de la pieza informativa que puedan realizar los medios de comunicación. ¿La razón? Muy sencilla: la negativa de Alta Films a que se
grabe cualquier imagen en el interior de sus cines los días antes de su cierre. O lo que es lo mismo, un
NO en toda regla cuando se le ha solicitado autorización para hacerlo.
¿El motivo? Que Alta Films quiere que se
hable lo menos posible de este tema. O ese es al menos, el único motivo que se
me ha dado telefónicamente. Y ustedes se preguntarán… ¿pero por eso no dejan
grabar unos planos y unas entrevistas en los cines? Pues sí señor, por eso
mismo. Porque esto es un negocio, y en el negocio los tipos que quieren grabar
cortos documentales en tu casa cuando esta se tambalea, son como un grano en el
culo que no sabes muy bien por qué te ha salido, pero que cada vez que te
sientas recuerdas su incómoda presencia.
Porque el negocio es lo
primero. Y eso no es de hoy. Eso es de siempre. Pero claro…para que a servidor
le hayan dado un no por respuesta, ha tenido que hablar con el máximo
responsable de la empresa en cuestión, porque allí la pelota se va pasando de
un tejado a otro y nadie dice nada. Y no crean que ha sido fácil no. “Que si llame usted mañana”…”que si envíe usted un mail”…”que si ahora está comunicando”…”que si ya le dije que enviara un mail ayer”
“que si reenvíe el mail a esta otra
dirección” y la pobre secretaria atormentada por ese granito molesto que cada vez incomoda más. Pero
claro…basta que digas que algo es ciertamente urgente, para que los días pasen
del calendario y los mails no se contesten ni en 24 h. Y oiga, que no
hay mal que por bien no venga, que la paciencia también hay que cultivarla.
Mientras tanto, por supuesto, no se graba nada de nada. No vas a entrar en la
casa del vecino si no te dan permiso. Y tampoco es cuestión de buscar problemas.
Hasta que finalmente a uno le dicen que
tururú, que si quieres hacer un docu romántico sobre la clausura de un cine, lo
haces sobre los cines del vecino. Que uno aún tiene salas abiertas en el resto
de España y que no se quiere hablar mucho de este tema. Claro, normal. Que yo
lo entiendo. Que el cine está cerrando, está echando a gente a la calle (a no
ser que reubiquen a los trabajadores en otro cine) y eso significa que la cosa no está para
tirar cohetes. Claro que lo entiendo. Pero mire usted, que la intención de este
docu ni es reivindicativa, ni está ligada a ningún medio empresarial, de
comunicación, político o social, ni por supuesto, va a salir en un corto plazo
de tiempo. Por no hablar del mínimo impacto que puede tener un corto documental
sobre la clausura de unos cines en Zaragoza. La intención del docu era
precisamente la contraria: hablar de la relevancia de Renoir en Zaragoza (de la del cine, claro está), de la
buena acogida que han tenido con ciertos sectores cinéfilos como la incansable
Tertulia Perdiguer (si alguna vez se han fijado en los pasillos de los cines
ondean/ondeaban orgullosos los diplomas que dicha Tertulia entrega anualmente a
la mejor película europea), de los cambios que se están produciendo en la forma de
consumo cinematográfico y claro está, de un hueco importante que se queda
abierto para cierto sector de espectadores que todavía pagaban religiosamente
su entrada. Y sí, se pretendía dar voz a los trabajadores de las salas, pero no para
que me hablaran de su despido inmediato, sino para que me contaran sus mejores
momentos entre metros de celuloide y olor a palomitas. Vamos, para sacar muchos aspectos positivos de una noticia triste.
Pues mire usted, entiendo su decisión,
pero no la comparto. Y por eso mismo estoy en casa escribiendo esta entrada y
no grabando totales de los espectadores que en este momento hacen cola para ver la última peli que se
proyecta. Y aún a riesgo de que esto se pueda mal interpretar como una
pataleta, uno todavía se rige por ciertos principios. Mejores o peores, pero
principios. Y sí, el documental se
podría hacer igual grabando las entrevistas en otra parte y sin usar recursos
de los Renoir. Pero si la propia empresa que gestiona los cines no pone ni un
gramo de interés en el asunto, es cuando uno se pregunta para qué narices va a destacar tantos aspectos
positivos de unos cines que te ven no como un amigo, sino como un grano en el
culo.
Pero así es el mundo donde nos movemos,
lleno de incoherencias como esta, donde una empresa que se dedica al cine, no
pone ni un poquito de su parte para que otros lo hagan. “Son solo negocios” que
decía aquella película, “nada personal”.
Pero no pretendan que me calle. Y no
pretendan que no se hable de esto. Eso no, por favor.
Todo depende desde donde se mire. Quería
hacer un corto documental sobre los buenos momentos que muchos han vivido en
los Renoir, sobre una gran pérdida cultural para la ciudad y sobre el romanticismo
que envuelve a acontecimientos como este y al final, me ha terminado saliendo una entrada
que créanme, no hubiera hubiera querido escribir hace unos días.
Pero callarse no, eso nunca. Que como me
decía hace poco Cinegoza, la libertad de expresión es por ahora, lo único que todavía no nos pueden quitar. Y añado: tampoco recortar.
Aprovecho desde aquí a mandar un saludo
muy afectuoso a los 9 trabajadores que a partir de hoy se cogen unas vacaciones
"obligadas". Y por supuesto a todos los que, de algún modo, sé que hubieran
querido ver este documental y me han ayudado estos días previos para que todo
estuviera a punto de grabarse. Gracias por vuestro interés y por vuestra
paciencia.
Y ya saben...vayan al cine, que la cosa está muy fea.
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