
La cuarta película de Frank Darabont, tiene como sus antecesoras (Cadena perpetua, The Majestic y La milla verde) un tema común, que comienza a ser recurrente en su filmografía: un grupo de personas encerradas en un mismo espacio deben enfrentarse a sus pulsiones más profundas. En esta ocasión, una niebla, repleta de cantidad de bestias (casi todas de una pésima animación digital), obliga a los habitantes de un pequeño pueblo americano a entenderse para sobrevivir. Éste es el punto de partida, a partir del cual Darabont, mostrará los diversos roles, pecando de un exceso de clichés, que conforman la sociedad de clase media americana: una fanática religiosa, un tipo cualquiera llamado a ser el héroe, un padre altamente protector de su familia, un abogado descaradamente escéptico, etc. Con esta serie de personajes, Darabont logra inquietar en la primera parte del film, arrinconando en el pequeño supermercado a sus personajes ante el elemento amenazante: la niebla. Crea una ambiente tenso, tan difícil de mantener durante las dos horas de la película, que pasado el primer acto se va diluyendo poco a poco en escenas totalmente innecesarias, en las que los personajes se ven obligados a salir del espacio donde han sido encerrados y a enfrentarse directamente a los seres que pueblan la niebla. Y sin embargo, no aprovecha tan buena oportunidad para profundizar en unos perfiles cuyas motivaciones no quedan demasiado claras, y dónde la mano del guionista reluce sin disimulo en más de una ocasión (¿un campeón de tiro estatal de repente?, ¿un agujero en el cristal y toda una noche sin que suceda nada? en una película que pese a todo se sustenta por un ritmo narrativo bien medido, y que remonta en un final crudo y sorprendente como pocos en este género. Demasiado tarde, por desgracia para enganchar a los espectadores, que al salir de la sala del cine, se encuentran más pendientes de rumiar con cierto escepticismo, si el siguiente proyecto de Darabont, Farhenteit 451, estará a la altura de la mal envejecida obra de Truffaut.
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