viernes, 27 de mayo de 2011

Man on Wire: piel de documental, cuerpo de ficción.

Llego algo tarde a ver Man on Wire (James Marsh, 2008), pero no me arrepiento. Mucha gente me había hablado maravillas del documental y tenía que encontrar el momento adecuado para verlo. Cualquier adjetivo se va a quedar corto, pero de entre todos los que me insistieron para que viera el documental, me quedo con alguien que me dijo “es que no parece un documental”. Precisamente en eso quiero reparar aquí. Porque Man on Wire es un documental con una perfecta estructura de película de ficción. Y entre todas sus virtudes (que son muchas) esa ayuda e influye de forma determinante, para que el espectador esté intrigado durante su transcurso y se quede con la boca abierta cuando llega el final de la película.

Los mimbres narrativos que sostienen la historia del funambulista Phillipe Petit, son propios del paradigma clásico en tres actos al que habitualmente estamos acostumbrados en la ficción, y que no suele ser tan habitual en documentales. Menos aún, en documentales que se nutren de entrevistas. Sin embargo, este documental tiene abundantes partes recreadas, mucho material videográfico de lo que sucedió, y las clásicas entrevistas de los protagonistas explicando lo que pasó. Por resumir su argumento, para quienes no la hayan visto, Man on Wire narra cómo el excéntrico francés logró cruzar con un alambre entre las cúpulas de las dos torres del World Trade Center de Nueva York en 1974. ¡A 450 metros de altura! Casi ná, que dirían algunos. Pues bien, la historia, está tan bien delimitada, que tenemos un primer acto que sirve de planteamiento y presentación del personaje (con breves pasajes de infancia incluidos), un segundo acto cargado de enormes problemas, y un tercer acto que resuelve una situación que parecía prácticamente imposible al comienzo de la película. Por supuesto, el espectador goza de la ventaja de que ya conoce cómo va a terminar la historia, porque su protagonista es precisamente quien la cuenta. Atendamos por partes, a su estructura y sus personajes, para desmenuzar un poco este brillante documental.

La estructura está centrada en entrevistas que recuerdan lo que sucedió a modo de flashbacks. Es decir, los protagonistas de la gesta, nos ofrecen sus testimonios para que sepamos cómo se fraguó esta aventura- Entre ellos, el propio Phillipe Petit, nuestro personaje protagonista, quien recuerda con máximo detalle, cada uno de los días que pasó hasta que logró el éxito cruzando las dos torres. El planteamiento es sencillo, y está contando son solvencia. Un pasaje de la infancia nos muestra a un Phillipe en Francia, su país natal, robando un recorte de una revista en la consulta del dentista. El recorte pertenece a la noticia del inicio de la construcción de las dos torres del World Trade Center, y entre otras cosas sirve también para lanzar la temática de la película (otro de los puntos fuertes del documental), en la cual no quiero entrar, por su más que evidente simbología tras el 11-S. Y es el propio Phillipe quien se encarga de explicarnos como los objetivos suelen tener forma concreta. En palabras del mismo Phillipe escuchamos “el mío todavía estaba por construir, ¿entiendes?, era un objetivo sin forma, un objetivo abstracto”. ¡Bingo! Primer gran acierto de este documental, qu

e nos muestra al personaje planteando su super – objetivo nada más comenzar la película. Es tan grande su objetivo que no podemos llamarlo simplemente así y que entra dentro de la categoría de super – objetivos. Phillipe, no sólo tiene que entrenarse duramente para ello, sino esperar a que se construya el lugar donde realizarlo. Como si Frodo tuviera que esperar a que se construyese La Torre Oscura para destruir el anillo o Luke Skywalker a que se terminara la Estrella de la Muerte para destruirla. Por si fuera poco, el objetivo queda planteado cuando Phillipe era todavía un niño, así que tendrán pasar unas tres décadas hasta que logre materializarlo. El posicionamiento del espectador es contradictorio, porque pese a saber que el super – objetivo se culmina con éxito, ya está más que intrigado en saber cómo lo ha conseguido. Pero lo importante, es que sabemos pronto, y sabemos con claridad, qué es lo que más desea en el mundo el personaje: cruzar los cielos del World Trade Center. Y es necesario que entendamos la intensidad de su deseo, y la motivación del mismo, para comprender todo lo que es capaz de hacer el personaje por conseguirlo.

Pasamos al nudo, el segundo acto. Donde normalmente, como bien saben los guionistas, suelen naufragar las malas historias. Pues bien, lejos de aburrir, o de no tener suficientes detalles que contar, la historia casi se hace corta. Porque en este acto, asistimos a la superación de los pequeños objetivos, necesarios para alcanzar el gran super – objetivo. Phillipe se enfrenta a numerosos obstáculos y complicaciones, como para que el espectador incluso dude de si realmente logró su gesta, o está ante un falso documental. Si bien, no hay un antagonista concreto, tampoco se requiere. Sin embargo, a lo largo del nudo, vemos como Phillipe tiene que planear el asalto a las dos torres, como si de un ladrón se tratara. Con un montón de viajes a Nueva York, Phillipe diseña cientos de planos para colocar su alambre, saca cientos de fotos de las azoteas, analiza cualquier detalle que pueda entorpecer su super –objetivo, e idea varios mecanismos para colocar el alambre entre las dos azoteas de las torres hasta que da con el correcto. En varios momentos vemos al propio Phillipe creyendo que es imposible lograr su sueño. Una amiga, en un momento determinado explica “los días previos, Phillipe no hacía más que ver películas de ladrones y policías, como si eso le prepara para el gran día”. Efectivamente, pronto comprendemos, que debajo de ese sueño imposible, es necesaria una trama en la que se nos tiene que contar la planificación del golpe. Por lo tanto, estamos más cerca de una película al estilo Misión imposible, que ante el típico documental. Por eso muchos tacharon en su momento a este suceso como “el crimen artístico del siglo”. Los obstáculos son también innumerables. Incluso llega un punto que Phillipe se agujerea un pie con un clavo, y le vemos caminando en muletas. Lejos de que esto sirva para alejarle de su super-objetivo, el propio Phillipe explica cómo aprovechó la ocasión de estar inválido, para recabar información en el World Trade Center sin que nadie le pidiera explicaciones. De nuevo, el super-objetivo motiva cada una de las acciones del personaje principal.

Junto a esta planificación, adquiere mucha importancia el entrenamiento de Phillipe en Francia y la búsqueda de cómplices. Y ahí, es donde el documental se acerca a estructura de de cintas como Rocky o Karate Kid. En varias ocasiones vemos, con imágenes grabadas por sus amigos, cómo Phillipe coloca el alambre entre dos árboles a la misma distancia que lo colocará entre las dos torres, no sólo para entrenar duramente, sino también para convencer a los descreídos que no confían en su gesta. Y además, se nos explica, como antes de llegar a este super – objetivo, Phillipe tuvo que ganar otras batallas, como cruzar las torres de Notre Dame, o pasear por encima del puente del Puerto de Sidney. Por último, para que este segundo acto no se haga nada aburrido, escuchamos los testimonios de sus cómplices, y vemos cómo algunos le abandonaron, cómo otros les siguieron hasta el último momento, y cómo otros todavía seguían incrédulos incluso en las propias entrevistas. Todos ellos, sin embargo, sabían que habían hecho historia. De todos, me quedo en particular, con el de la chica que compartía, además del sueño del protagonista, una relación amorosa con él. ¿Y qué se necesita en toda buena historia para que la conexión ya sea total con el espectador? Al menos, una subtrama de amor. Lejos de parecer una casualidad, creo que cumple su función en todo este engranaje. Sabemos que el segundo acto llega a su fin, cuando vemos cómo en su primer intento de conseguir su super – objetivo, Phillipe sufre un revés tremendo, tiene que abandonar su plan y vuelve a Francia desolado. El propio Phillipe y sus amigos, nos explican que el golpe fue muy duro para Phillipe. Perfecto. Tenemos al personaje principal en el abismo, y necesitamos que se rehaga por completo para alcanzar su super-objetivo.

Y así llegamos al tercer acto. El momento en el que se aproxima el clímax. El lugar exacto, donde todo tiene que cobrar sentido, donde la tensión tiene que ser máxima. Y se nos cuenta con una intensidad tal, que es difícil no quedarse con la boca abierta. Tras burlar a la seguridad del World Trade Center, Phillipe y sus cómplices pasan la noche en la cima de las torres, colocando todo para que Phillipe pueda desafiar a la gravedad caminando sobre un alambre en el cielo de Nueva York. Llega la mañana, y tras burlar por última vez al último guardia de seguridad, Phillipe se lanza al alambre. El miedo se apodera de todos sus amigos, porque saben todo está en juego. La concentración de Phillipe es máxima…hasta que de repente, los testimonios nos explican que Phillipe sonrío desde mitad del alambre. Y se nos muestra esa sonrisa a través de una foto. ¡Super –objetivo alcanzado! La policía mira perpleja al funambulista, y los amigos se emocionan al contar ese momento. El propio Phillipe explica con detalle que había logrado el sueño por el que luchó durante toda su vida, y que quien persiste lo consigue. El sueño americano se ve realizado, y la constancia ha obtenido su recompensa. El espectador se emociona y siente alivio, a la vez que disfruta de una imagen tan poética como singular: un hombre cruzando entre dos de los edificios más grandes del mundo. Y por último, tras ese gran momento, un desenlace muy emotivo, en el que se nos explica cómo a partir de ahí Phillipe cambió, como la fama llegó a él y algo cambió en él también. Phillipe logra su objetivo, pero algo se rompe dentro del personaje, y eso es más que necesario para que no todo sea felicidad máxima al final de la gesta. El personaje pierde su relación en la subtrama de amor, y también algún que otro amigo/cómplice importante en la subtrama de amistad que se había desarrollado durante la película. Una subtrama de amistad, turbulenta y complicada, sugerida a través de los testimonios de un amigo, que entre sollozos reconoce que algo cambió después de lograr el éxito.

Fundido a negro, entran los créditos con la música de Michael Nyman (fantástica por cierto), y por un momento, todo se detiene. Finaliza esta extraordinaria y poética historia, dejando en el espectador la sensación que en el fondo lo que ha visto es una película de ficción, con la piel de un documental. Viendo el trailer y sin saber nada sobre la película, pocos pensarían que se trata de un documental. - Gracias por llegar hasta el final -

1 comentario:

Vanessa dijo...

¡Vaya! Pues sí que tiene buena pinta, me lo apunto también. Se me está empezando a acumular el trabajo… En cuanto acabe la uni me voy a pegar unas sesiones intensivas que no veas ;)