sábado, 18 de junio de 2011

Mimando al cortometraje: Festival de Cine de Huesca.

Un festival de cine suele ser, por lo general, un lugar inhóspito y extraño. Por un lado, porque es un lugar tu cortometraje casi siempre entra en competición con otros cortometrajes, a pesar de que nadie rueda nunca con esa intención. Nunca suele haber gran tensión en ese sentido, pero sí ciertos nervios (quien no los tenga o miente, o no sabe lo que cuesta un cortometraje), por lograr algún premio para amortizar la inversión realizada. Normalmente, se aceptan las reglas rápido, y uno entiende que parte de su trayectoria cinematográfica depende proporcionalmente de las selecciones y premios que pueda recibir su cortometraje en su distribución, y del número de personas que finalmente puedan ver el corto. Así funciona la industria cinematográfica y hay que asimilarlo pronto. Como dice Vigalondo "los cortometrajes existen porque hay festivales, no a al revés". Pues eso. Por otra parte, porque en determinados festivales de cine te sueles encontrar una fauna muy peculiar, que va desde el frikismo total hasta la más absoluta de las bacanales. Depende del interés que uno tenga por el cine, la gastronomía o la cerveza, terminará pasando más horas en el restaurante, en el bar de encuentro o en la sala de proyecciones. Los hay que incluso apenas duermen para asistir de forma continuada a cualquier tipo de evento, los hay que comen en las salas de proyecciones, que se dejan un cartelito de "reservardo" en la butaca cuando van al baño, y se dice que también los hay que visionan cortometrajes en su DVD portátil en el bar mientras se emborrachan a gin tonics a altas horas de la madrugada. De forma, que cuando vas a un festival de cine (si vas sólo normalmente), siempre sueles decirte: a ver qué me encuentro, mientras cruzas los dedos por coincidir con gente a la que le guste beber gin tonics sin ver cortos, echarse una siesta entre proyección y proyección o hacer algo de turismo por la ciudad mientras proyectan ese peliculón austro-húngaro tan, tan, tan, imprescindible. Pero no era este el motivo de la entrada....

El Festival de Cine de Huesca tiene algo especial. Quizá sea la esencia del propio festival, o quizá sea algo en lo que muchos festivales de cine no reparan: el cuidado y la seriedad con la que se trata al cortometraje. En Huesca, el cortometraje es una obra de cine, que adquiera la misma entidad que pudiera tener cualquier película, y por tanto, sus directores no son cortometrajistas, sino directores de cine, o a lo mucho, aprendices de directores. Por unos días, se obvia la palabra cortometrajista que tanto se usa en la gran mayoría de festivales. De hecho, en varias de las charlas a las que asistí, los ponentes siempre se refirieron al cortometraje como “películas”, mostrándose bastante reacios a utilizar el término “cortometrajes”. Félix Piñuela, director del programa de televisión Versión española insistió sobre la importancia de otorgar el estatus que merece al cortometraje, no simplificándolo a una simple escuela de aprendizaje. En otra de las conferencias programadas en el Festival, el director argentino Eliseo Subiela remarcó algo muy parecido, destacando el cortometraje como formato que no siempre implica un proyecto de querer hacer cine en formato largometraje, sino más bien una forma de contar una historia corta, trabajando las reglas que esto conlleva, y experimentando a través de su poca duración. Esa delicadeza, de tratar al cortometraje como una obra cinematográfica en sí misma, y no como un "camino para", termina por filtrarse no sólo en la charlas y conferencias programadas, sino en cada acto programado a lo largo del Festival.

Sin embargo, por lo general, uno se puede encontrar muchos festivales de cine, donde su cortometraje es una mera excusa para rellenar toda la programación veraniega de un ayuntamiento o para que acuda más clientela a un negocio particular. Y no digo que exista mala intención en esto. Todo lo contrario. Todo lo que sea trabajar en favor del cortometraje y el cine suele ser productivo. Pero sí, que esa frase tan habitual de tantos directores que aseguran que “lo importante es que el corto se vea”, acompañada de la típica frase que siempre termina soltando el concejal de turno del tipo “si en el fondo os hacemos un favor proyectando vuestro corto”, no siempre es del todo cierta, o al menos, encierra ciertas trampas en su contexto. Que se vea sí, pero ¿a qué precio? En muchas ocasiones, esa falta de cuidado es sencillamente falta de presupuesto para desarrollar un festival de cine, o desconocimiento de la labor que implica organizar un evento así. Pero en otras ocasiones, los problemas no suelen venir por esa vía. No creo que proyectar un corto, fuera de formato, con un proyector mal calibrado, en una sábana colgada del techo, o con dos altavoces extraídos del ordenador del alcalde de turno, sea hacerle un favor a nadie. Ni al director, ni al equipo de trabajo que ha rodado el cortometraje, ni a los pobres vecinos que padecen de vista y oído y terminan por no enterarse de qué iba el corto. Más bien, ese favor, se convierte en un particular calvario donde lo mejor es encogerse en la butaca, intentar no comerse las uñas hasta hacer de los dedos picadillo y esperar a que la proyección pase cuanto antes. Qué bochorno. Cualquier persona que haya dirigido algún corto sabe lo que es asistir a una mala proyección, sabe lo que es visionar su corto fuera de formato, mal enfocado, con un sonido estridente, totalmente quemado de brillo o tan oscuro como para preferir que el público hubiera visto un screener del mismo. Por ahí dicen que incluso hay algunos que después de la peor proyección de sus vidas han tenido que soportar el típico comentario de "no seas tan purista hombre, la mayoría del público no lo ha notado. No se dan cuenta de esas cosas en las que vosotros os fijáis tanto". No, claro. Seguro que no. Pero tampoco era este el motivo de esta entrada....

Pues bien, antes de que esta entrada se desvirtúe por completo, volveré al inicio de todo esto, y al verdadero motivo de esta entrada que es el Festival de Cine de Huesca y la gran calidad del mismo. Un Festival, con mayúsculas, donde al cortometraje se le trata como a una película, donde se valora el trabajo que hay detrás de cada obra presentada, donde se conoce mucha gente interesante, y sobre todo, donde se cuidan al máximo las proyecciones, las presentaciones de los cortometrajes, las programaciones, a los directores de los cortometrajes y sobre todo, las actividades paralelas, para que el Festival no termine siendo una actividad descafeinada que consista tan sólo en ver decenas de películas en una semana. Quizás algunas de estas razones, sean las que han convertido a este Festival de cine, en uno de los más importantes y longevos del panorama nacional y en uno de los mejor valorados internacionalmente por los cortometrajistas. Quizá sea el excelente trato que desde la organización se da en todo momento. Quizá sea el cuidado que ponen en todo lo que hacen los que trabajan en el Festival o quizá el empeño de un grupo de ilusionados por el cine, que en este caso, sí nos hacen un gran favor a los que rodamos cortos y no nos lo recuerdan constantemente. Porque proyectar tu corto en el Teatro Olimpia, es un verdadero favor. Y si encima se ve bien, mejor que mejor.

Casi siempre, la mejor parte de un festival termina siendo su gente, las personas que lo integran y los que allí se dan cita para presentar sus obras. Y la experiencia del paso de La Granja por Huesca, ha sido más que satisfactoria en todos los sentidos: hemos estrenado la copia en 35mm, nos han dado el primer premio recibido por el cortometraje (Mención Especial del Jurado de la Crítica), hemos conocido gente estupenda y he descubierto cómo se dice perejil en brasileño (todavía no sé cómo se esribe). No se puede pedir mucho más. Desde aquí, mi enhorabuena a todos los que organizan este excelente festival de cine y mi agradecimiento al Jurado de la Crítica por este reconocimiento que rompe con la mala estadística de que en 39 años de historia del festival, ningún cortometraje aragonés de ficción apareciera en el palmarés oficial del Certamen Iberoamericano. Y eso que para nosotros, estar en Huesca ya era un premio...

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