Aquí nos hallamos. Ante el peor panorama que se recuerda en años para la creación cinematográfica española. Sin apenas apoyo estatal para películas, con una subida del IVA que afecta directamente al consumo cinematográfico (del 8% al 21% para los más rezagados), con el inminente cierre de productoras, distribuidoras y salas por toda España y con unos profundos cambios en la forma de concepción de cualquier producto, tanto en su creación, como en su posterior distribución y exhibición. Internet parece que se está convirtiendo en el aliado de los más arriesgados. Aquellos que se lanzan a producir una película o un cortometraje a través del apoyo del crowdfunding, esa palabra importada del inglés a la que todavía no le hemos encontrado traducción propia y que después de la también manida “transmedia”, está sirviendo para llenar la boca de todos, tanto los que saben lo que hacen, como los que ni siquiera saben lo que significa.
El panorama está cambiando. Eso nos afecta a todos. Cuando hay un cambio, solo sobreviven los más fuertes. Al parecer, Darwin lo tenía bastante claro. Sin embargo, no dejo de preguntarme dónde reside esa fuerza para la supervivencia, si en la cantidad, en la cantidad, en la rapidez, o en una combinación de todas las anteriores (o ninguna). Ahora parece ser que si sigues los cauces que hasta la fecha han servido para hacer películas eres un dinosaurio. Alguien llamado a la extinción. No digamos si encima defiendes que los recortes en las ayudas al sector cinematográfico no ayudan a construir una industria sólida y estable (ayudas aplicadas en otros países como EEUU o Francia, con desgravaciones fiscales mucho mayores que las que se aplican en nuestras fronteras). Parece que rodar un cortometraje por encima de los 20.000 euros casi se ha convertido en un delito y que una película de más de un millón es algo para privilegiados. Ni qué hablar de todo aquello que conlleva un mínimo de producción que abarque rodar con grandes equipos o varios días/semanas de rodaje (dependiendo de si hablamos de cortometraje o largometraje). En ese caso, no eres un dinosaurio. Eres casi, casi, uno de esos gigantes marinos que desaparecieron antes que llegaran los reptiles terrestres. Si encima te planteas dedicar dos, tres, o cuatro años a un proyecto en el que crees (sobre todo en el cortometraje), directamente estás fuera del mercado. Eres una estrella fugaz y volátil. La respuesta de si el crowdfunding abre una nueva puerta ante la producción de películas es obvia y nadie duda de ello. Todavía es más contundente la afirmación de que el cine se va a consumir de forma masiva a través de internet y en el uso doméstico (descargas legales, blu-rays, etc.) y mucho menos en las salas, llamadas al cambio antes que cualquier otro sector cinematográfico. Ahí están los buenos datos de Carmina o revienta de Paco León o el éxito de Diamond Flash de Carlos Vermut como inicio de una nueva era que se abre hacia el futuro.
Y aún así, esta forma de concebir el “nuevo cine”, las “nuevas formas de creación”, las películas financiadas exclusivamente a través de plataformas de crowdfunding exigen rapidez, inmediatez, bajos costes, high concepts, ideas brillantes escritas en tiempos récord, llamativas para captar la atención del que vaya a financiar parte del proyecto y que además se puedan exportar fácilmente al resto de países. Por si fuera poco, uno ya no tiene que conformarse con ser director de cine, productor o guionista. Ahora uno tiene que ser navaja multiusos para poder abarcar cuantas más fases mejor del proceso cinematográfico, incluidas las de relaciones públicas y comercial de ventas, necesarias para lograr los mínimos de financiación posibles para poder filmar (porque hablar de "rodar, asociado al celuloide, también resulta del cretácico). Dejen que por un momento les hable de todo lo contrario: la lentitud, la perseverencia, las producciones de alto coste (prefiero llamarlas elaboradas si se me permite la licencia), las ideas poco brillantes pero muy trabajadas y los productos autóctonos que no necesariamente se tienen que adaptar a lo que solicita un mercado internacional cada más amplio pero también más estandarizado. El cine propio, personal, concienzudo, premeditado y ajeno a los cambios externos que terminan por imponer una nueva forma de concebir el propio medio. El cine que le da la espalda a las nuevas vías de financiación, no porque no se pueda apoyar en ellas, sino porque allí no tiene cabida. El cine que pretende experimentar sin adaptarse a los corsés que impone un mercado tan competitivo. Dinosaurio a la vista. Estén tranquilos, en un par de párrafos más, quizás me alcance un meteorito.
El crowdfunding tiene sus ventajas indudables. Pero choca directamente con algo, que hasta la fecha, ha servido para trazar algunas de las trayectorias cinematográficas más relevantes, esas que están cargadas de baches, pero sobre todo, de grandes obras maestras. La indagación (propia de este sistema), debe ir unida a un profundo sentido del trabajo. No conozco ningún director al que admire cuya trayectoria no haya estado llena de indagación, pero sobre todo de paciencia, reflexión y horas de dedicación a su oficio. El cine, es y seguirá siendo (además de muchas otras cosas) un oficio. Un oficio que requiere un arduo conocimiento del medio y que siempre va unido a una gran carga de reflexión. ¿Y cuándo va a uno a reflexionar con los ritmos que impone el mercado actual? La relación directa que, desgraciadamente, se establece entre muchas de las producciones que buscan financiación a través del crowdfunding y la falta de perseverancia, no solo hace que la calidad de muchas de las producciones sea prácticamente irrelevante, sino que anima a la búsqueda rápida de financiación con tal de rodar a toda costa, a establecer presupuestos que no siempre son acordes a la producción a la que uno se enfrenta (no todas las películas van a costar a partir de ahora 50.000 €, porque no todos los productores, directores y guionistas son capaces de escribir y rodar películas de 30.000 €, ni por capacidad, ni por oficio) a la elaboración casi superflua en el contenido de lo que se quiere contar en una película (cortometraje) y al consumo rápido, fugaz y etéreo del producto finalizado. Ahora, parece ser que todo el mundo es capaz de rodar una película, porque todo el mundo es capaz de financiarla. Olvidando que lo primero, antes de hablar de cualquier financiación, es saber qué se quiere contar, cómo se quiere contar, por qué se quiere contar y en todo caso, si el cine es el medio propio e idóneo para tal caso.
Sigo profesando admiración a los que no le temen al tiempo de escritura de un proyecto, olvidando la rapidez que exige el mercado. A los que dedican horas y horas a tomar notas en sus cuadernos, reflexionando sobre el motivo de su película, a los que no tienen miedo a reconocer que su historia, por cara que sea a priori, merece la pena, a los que se arriesgan, pero sobre todo, a todos los que saben y entienden que una carrera cinematográfica se labra con un arado afilado de perseverancia y se riega con un sistema a goteo de paciencia.
Y ahí está la otra cara de la moneda. La que no sirve para establecer titulares atractivos que animen a los jóvenes a rodar cortometrajes como churros y películas como porras aceitosas. Ese es el reverso de la producción de bajos costes. Parece ser que ahora con 50.000 € se rueda una película y con 100 € un cortometraje (da igual el soporte y por supuesto de qué vaya la historia, lo importante es rodar a toda costa). Si no eres capaz de hacerlo, no solo es que seas un dinosaurio, es que además no sirves para este oficio, porque no resultas llamativo. Si así es, la de técnicos y profesionales que se van a ir a las ya largas listas del paro en los próximos años. Ahora hay que destacar a toda costa, sea como sea, al precio que sea, aunque eso implique ni saber lo que se está contando. No lo olvidemos, que el cine, además de ser una cuestión moral, es una cuestión de profunda responsabilidad, que exige compromiso continuo con el medio . Siempre. Ya sea para rodar Amour de Haneke o Tengo ganas de ti. ¿Se pueden rodar películas de bajo coste, gran calidad narrativa y fílmica, innovadoras, responsables, reflexionadas, autóctonas y extensibles a un mercado internacional por igual? Sí, se puede. Hay cientos de ejemplos. A mí me gusta especialmente este: The man from Earth (Richard Schenkman, 2007), película que conocí gracias a un alumno y que me dejó impresionado, no solo por su narrativa y puesta en escena (económica a más no poder), sino por lo que significa el concepto low cost aplicado a una gran historia. Pero no nos engañemos. No todo el mundo puede escribir y rodar una película con esa brillantez y con tan poco dinero. Crowdfunding y calidad son dos términos que con el tiempo, veremos si tienen relaciones positivas o cargas peyorativas entre sí. Porque, a pesar de todo, esta “nueva forma de financiación” cinematográfica, no establece ningún filtro, permitiendo que cualquiera se ponga detrás de una cámara pretendiendo ser el nuevo descubrimiento en potencia. Por si fuera poco, todo el mundo es consciente que se ofrecen pocas oportunidades, que hay que triunfar a la primera porque no se permiten los fallos. Así que una vez reunida la financiación, más te vale filmar una obra maestra. De lo contrario, no habrá segunda oportunidad. Y rodar una obra maestra sin la reflexión necesaria en este medio tan exigente, me parece una quimera digna, no de un genio en potencia, sino de un verdadero dios. Desgraciadamente, el 99% suele ser transpiración (y ahí se tienen que invertir muchas horas lidiando con grandes quebraderos de cabeza) y el 1% inspiración, que decía Einstein. Por cierto, ¿saben cuánto tardó Jerome Bixby en escribir el guion The man from earth? 38 años. Lo terminó en su lecho póstumo. Ajeno a modas e intereses comerciales. ¿Saben cuánto costó la película? 56.000 dólares. Digna de un buen crowdfunding. Si vas a rodar una peli con un presupuesto que no llega a los 50.000 € creyendo que estás lanzando una obra maestra al mundo, échale un vistazo a esta película y dedícale una tarde a pensar en ella. Será más útil para ti que cualquier campaña de financiación a tu proyecto. Y aquí es cuando el meteorito me alcanza…y…no…puedo…seguir…escribiendo……tonte…
El panorama está cambiando. Eso nos afecta a todos. Cuando hay un cambio, solo sobreviven los más fuertes. Al parecer, Darwin lo tenía bastante claro. Sin embargo, no dejo de preguntarme dónde reside esa fuerza para la supervivencia, si en la cantidad, en la cantidad, en la rapidez, o en una combinación de todas las anteriores (o ninguna). Ahora parece ser que si sigues los cauces que hasta la fecha han servido para hacer películas eres un dinosaurio. Alguien llamado a la extinción. No digamos si encima defiendes que los recortes en las ayudas al sector cinematográfico no ayudan a construir una industria sólida y estable (ayudas aplicadas en otros países como EEUU o Francia, con desgravaciones fiscales mucho mayores que las que se aplican en nuestras fronteras). Parece que rodar un cortometraje por encima de los 20.000 euros casi se ha convertido en un delito y que una película de más de un millón es algo para privilegiados. Ni qué hablar de todo aquello que conlleva un mínimo de producción que abarque rodar con grandes equipos o varios días/semanas de rodaje (dependiendo de si hablamos de cortometraje o largometraje). En ese caso, no eres un dinosaurio. Eres casi, casi, uno de esos gigantes marinos que desaparecieron antes que llegaran los reptiles terrestres. Si encima te planteas dedicar dos, tres, o cuatro años a un proyecto en el que crees (sobre todo en el cortometraje), directamente estás fuera del mercado. Eres una estrella fugaz y volátil. La respuesta de si el crowdfunding abre una nueva puerta ante la producción de películas es obvia y nadie duda de ello. Todavía es más contundente la afirmación de que el cine se va a consumir de forma masiva a través de internet y en el uso doméstico (descargas legales, blu-rays, etc.) y mucho menos en las salas, llamadas al cambio antes que cualquier otro sector cinematográfico. Ahí están los buenos datos de Carmina o revienta de Paco León o el éxito de Diamond Flash de Carlos Vermut como inicio de una nueva era que se abre hacia el futuro.
Y aún así, esta forma de concebir el “nuevo cine”, las “nuevas formas de creación”, las películas financiadas exclusivamente a través de plataformas de crowdfunding exigen rapidez, inmediatez, bajos costes, high concepts, ideas brillantes escritas en tiempos récord, llamativas para captar la atención del que vaya a financiar parte del proyecto y que además se puedan exportar fácilmente al resto de países. Por si fuera poco, uno ya no tiene que conformarse con ser director de cine, productor o guionista. Ahora uno tiene que ser navaja multiusos para poder abarcar cuantas más fases mejor del proceso cinematográfico, incluidas las de relaciones públicas y comercial de ventas, necesarias para lograr los mínimos de financiación posibles para poder filmar (porque hablar de "rodar, asociado al celuloide, también resulta del cretácico). Dejen que por un momento les hable de todo lo contrario: la lentitud, la perseverencia, las producciones de alto coste (prefiero llamarlas elaboradas si se me permite la licencia), las ideas poco brillantes pero muy trabajadas y los productos autóctonos que no necesariamente se tienen que adaptar a lo que solicita un mercado internacional cada más amplio pero también más estandarizado. El cine propio, personal, concienzudo, premeditado y ajeno a los cambios externos que terminan por imponer una nueva forma de concebir el propio medio. El cine que le da la espalda a las nuevas vías de financiación, no porque no se pueda apoyar en ellas, sino porque allí no tiene cabida. El cine que pretende experimentar sin adaptarse a los corsés que impone un mercado tan competitivo. Dinosaurio a la vista. Estén tranquilos, en un par de párrafos más, quizás me alcance un meteorito.
El crowdfunding tiene sus ventajas indudables. Pero choca directamente con algo, que hasta la fecha, ha servido para trazar algunas de las trayectorias cinematográficas más relevantes, esas que están cargadas de baches, pero sobre todo, de grandes obras maestras. La indagación (propia de este sistema), debe ir unida a un profundo sentido del trabajo. No conozco ningún director al que admire cuya trayectoria no haya estado llena de indagación, pero sobre todo de paciencia, reflexión y horas de dedicación a su oficio. El cine, es y seguirá siendo (además de muchas otras cosas) un oficio. Un oficio que requiere un arduo conocimiento del medio y que siempre va unido a una gran carga de reflexión. ¿Y cuándo va a uno a reflexionar con los ritmos que impone el mercado actual? La relación directa que, desgraciadamente, se establece entre muchas de las producciones que buscan financiación a través del crowdfunding y la falta de perseverancia, no solo hace que la calidad de muchas de las producciones sea prácticamente irrelevante, sino que anima a la búsqueda rápida de financiación con tal de rodar a toda costa, a establecer presupuestos que no siempre son acordes a la producción a la que uno se enfrenta (no todas las películas van a costar a partir de ahora 50.000 €, porque no todos los productores, directores y guionistas son capaces de escribir y rodar películas de 30.000 €, ni por capacidad, ni por oficio) a la elaboración casi superflua en el contenido de lo que se quiere contar en una película (cortometraje) y al consumo rápido, fugaz y etéreo del producto finalizado. Ahora, parece ser que todo el mundo es capaz de rodar una película, porque todo el mundo es capaz de financiarla. Olvidando que lo primero, antes de hablar de cualquier financiación, es saber qué se quiere contar, cómo se quiere contar, por qué se quiere contar y en todo caso, si el cine es el medio propio e idóneo para tal caso.
Sigo profesando admiración a los que no le temen al tiempo de escritura de un proyecto, olvidando la rapidez que exige el mercado. A los que dedican horas y horas a tomar notas en sus cuadernos, reflexionando sobre el motivo de su película, a los que no tienen miedo a reconocer que su historia, por cara que sea a priori, merece la pena, a los que se arriesgan, pero sobre todo, a todos los que saben y entienden que una carrera cinematográfica se labra con un arado afilado de perseverancia y se riega con un sistema a goteo de paciencia.
Y ahí está la otra cara de la moneda. La que no sirve para establecer titulares atractivos que animen a los jóvenes a rodar cortometrajes como churros y películas como porras aceitosas. Ese es el reverso de la producción de bajos costes. Parece ser que ahora con 50.000 € se rueda una película y con 100 € un cortometraje (da igual el soporte y por supuesto de qué vaya la historia, lo importante es rodar a toda costa). Si no eres capaz de hacerlo, no solo es que seas un dinosaurio, es que además no sirves para este oficio, porque no resultas llamativo. Si así es, la de técnicos y profesionales que se van a ir a las ya largas listas del paro en los próximos años. Ahora hay que destacar a toda costa, sea como sea, al precio que sea, aunque eso implique ni saber lo que se está contando. No lo olvidemos, que el cine, además de ser una cuestión moral, es una cuestión de profunda responsabilidad, que exige compromiso continuo con el medio . Siempre. Ya sea para rodar Amour de Haneke o Tengo ganas de ti. ¿Se pueden rodar películas de bajo coste, gran calidad narrativa y fílmica, innovadoras, responsables, reflexionadas, autóctonas y extensibles a un mercado internacional por igual? Sí, se puede. Hay cientos de ejemplos. A mí me gusta especialmente este: The man from Earth (Richard Schenkman, 2007), película que conocí gracias a un alumno y que me dejó impresionado, no solo por su narrativa y puesta en escena (económica a más no poder), sino por lo que significa el concepto low cost aplicado a una gran historia. Pero no nos engañemos. No todo el mundo puede escribir y rodar una película con esa brillantez y con tan poco dinero. Crowdfunding y calidad son dos términos que con el tiempo, veremos si tienen relaciones positivas o cargas peyorativas entre sí. Porque, a pesar de todo, esta “nueva forma de financiación” cinematográfica, no establece ningún filtro, permitiendo que cualquiera se ponga detrás de una cámara pretendiendo ser el nuevo descubrimiento en potencia. Por si fuera poco, todo el mundo es consciente que se ofrecen pocas oportunidades, que hay que triunfar a la primera porque no se permiten los fallos. Así que una vez reunida la financiación, más te vale filmar una obra maestra. De lo contrario, no habrá segunda oportunidad. Y rodar una obra maestra sin la reflexión necesaria en este medio tan exigente, me parece una quimera digna, no de un genio en potencia, sino de un verdadero dios. Desgraciadamente, el 99% suele ser transpiración (y ahí se tienen que invertir muchas horas lidiando con grandes quebraderos de cabeza) y el 1% inspiración, que decía Einstein. Por cierto, ¿saben cuánto tardó Jerome Bixby en escribir el guion The man from earth? 38 años. Lo terminó en su lecho póstumo. Ajeno a modas e intereses comerciales. ¿Saben cuánto costó la película? 56.000 dólares. Digna de un buen crowdfunding. Si vas a rodar una peli con un presupuesto que no llega a los 50.000 € creyendo que estás lanzando una obra maestra al mundo, échale un vistazo a esta película y dedícale una tarde a pensar en ella. Será más útil para ti que cualquier campaña de financiación a tu proyecto. Y aquí es cuando el meteorito me alcanza…y…no…puedo…seguir…escribiendo……tonte…
No hay comentarios:
Publicar un comentario