Ayer se presentó Salomón en el C.A.R.E.I (Centro Aragónes de Recursos para la Eduación Intercultural), como obra audivisual educativa, de cuya distribución por todos los centros educativos de Aragón se va a encargar el Departamento de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón.
Al final no van a ser 500, como puse en una reciente entrada, sino 800 copias las que se van a distribuir por todo Aragón. 300 dosis más de alegría. Además, una completísima guía educativa acompaña al cortometraje para que los profesores puedan aprovechar al máximo la obra. Yo - ayer lo dije varias veces- sigo sorprendidísimo de cuánto se puede exprimir un audiovisual si recae en buenas manos. O de cómo se puede llegar a interpretar, algo que normalmente ya se escapa al control del que crea la obra.
Formalidades aparte, tras el acto de presentación de ayer, asistí a una de esas proyecciones especiales (y eso que ya van muchas) del cortometraje. Los que me han acompañado en este proceso de exhibición y distribución, bien saben que hace ya tiempo que intento no ver el corto cuando se proyecta en público. Llega un punto, en el que incluso es perjudicial (al menos para mi) ver tantas veces lo que has realizado, sobre todo cuando ya ha pasado tanto tiempo desde que lo realizamos. A uno siempre le pica el gusanillo de ver cómo reacciona la gente cuando ve el cortometraje, pero creo que también es muy bueno distanciarse mucho de lo que uno hace, y no centrarse demasiado en esas reacciones. Al fin y al cabo depende de demasiadas variables no controlables.
Ayer decidí quedarme en la proyección. Gran parte de los espectadores que asistieron al acto de presentación eran adolescentes procedentes de diferentes países de África, lo que provocó de nuevo mis ganas por testear las reacciones del público. La proyección, quizá una de las últimas en las que pueda ver las reacciones del público, fue diferente. Las risas entraban en momentos que en otras proyecciones no entraban. También los silencios fueron distintos. Es curioso observar como un mismo cortometraje funciona de manera tan diferente dependiendo de los espectadores que asisten a la proyección. Los de ayer sin duda, se enfrentaron al cortometarje de manera distinta a muchos de los espectadores que lo han visionado.
Después, como en las mejores ocasiones, hubo debate-forum, en el que varios de los asistentes se lanzaron con preguntas y comentarios muy interesantes. Me llamó la atención, cómo los inmigrantes que asistían analizaban desde su punto de vista la obra, cómo me contaron que se sentían identificados con el personaje de Salomón. En concreto, una señora magrebí, me comentó que le encantaba que el personaje de Moussa no recordara el pueblo donde se marchaba Salomón, y que dijera "a un pueblo cerca de Saragossa". Me dijo que esa realidad, la de no recordar el nombre de los pueblos debido a la gran cantidad de pueblos en los que viven los inmigrantes que trabajan en la recolección de la fruta es muy habitual, y que le parecía un fiel reflejo de la realidad. Me chocó porque las motivaciones por no incluir el nombre de ningún pueblo eran distintas. Las mías iban enfocadas a no identificar la historia con ningún pueblo en concreto (en contra de las normas de los manuales de guión) para que la historia fuera más universal y menos localista. Sin duda, comentarios como este ayudan y mucho a replantearse que de las intencioes a los hechos, y luego a la posterior recepción del espectador, el proceso comunicativo en ocasiones se ve enriquecido por quién recibe la obra audiovisual.
Ayer fue un disfrute. Ojalá hubiera más iniciativas por fomentar la educación audiovisual de las aulas. Lo dije ayer en público, y quiero insistir desde aquí. Si aceptamos como normal educación plastica, educación física, o educación musical en la Educación Secundaria Obligatoria, ¿por qué no incluir educación audivisual? Sin duda sería mucho más acertado con los tiempos que corren, y por supuesto más útil y productivo para los alumnos. Una generación -no lo olvidemos- nacida al abrigo de las nuevas tecnologías.
No es casual pues que en la actualidad el español medio dedique 4 horas de media a ver la televisión. La mitad de horas que dedicamos a dormir o a trabajar en una jornada laboral completa. Y todavía hay muchos que no se han concienciado que nos ha tocado vivir en la era de la imagen.
1 comentario:
Has tocado mi punto débil: siento un nosequé a la hora de querer enseñar "educación audiovisual", o como se le quiera llamar, en la ESO.
Enhorabuena de nuevo.
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