lunes, 18 de mayo de 2009

El hombre que vivió adrede.


De Nacional y símbolo constante para cualquiera de los 3 millones de personas que viven en Uruguay. Montevideano comprometido y con el aspecto del abuelo que todos hubiéramos querido tener. Algo así como el Billy Wilder de la literatura.

Hoy nos deja uno de los mayores mimadores de palabras.
Que pena que el mundo se quede sin las personas que acunan con tanto cariño a las letras.


"Hace treinta o cuarenta años la gente, como siempre, vivía una temporada y después se moría. La familia generealmente sabía de alguna funeraria más o menos barata y, si no la recordaba, la buscaba en la guía de teléfonos. (...) Es posible que gracias a los avances médicos y cientificos, la gente viva más o sea que fallece más tarde y en consecuencia la demanda de féretros haya disminuido. Quizá por eso los ataúdes del presente son más elegantes, de un roble mejor labrado, tal vez creyendo que con ese despliegue a uno le vengan unas ganas incontenibles de ocuparlo. ¿Quién iba a imaginar que la vieja muerte iba a cosechar tantos avisos como una computardora o un churrasco con papas fritas? En lo personal, debo confesar que cuando la publicidad me muestra un féretro, mi pobre corazón cambia su clásico tictac por un duro toctoco. Por favor, llamen a Emergencias".


Extraido del libro Vivir adrede.

1 comentario:

Freud-Seraphin Stanlake dijo...

Vaya con el blog que me he encontrado.

Buena reflexión acerca de Benedetti. Un tipo que no era fruto de mi devoción pero que reconozco su maestría.