domingo, 16 de marzo de 2008

Miradas inquietas.

¿Qué es eso de tener una mirada sobre lo que te rodea? Desde hace unos días me inquieta esta simple pregunta. Utilizaré pues la primera persona para intentar contestar a esta cuestión que el otro día alguien sin darle más importancia me formuló y que me parece de suma relevancia, al menos como ejercicio de reflexión sobre lo que significa realizar cine.

Para mí escribir supone un desahogo, una diversión, casi diría yo una manera de ser. Como hace poco le escuche decir a un guionista: escribir es quizá lo que me ahorra mucho dinero en psicólogos, a los cuales nunca acudí hasta el momento y de los que temporalmente rehuyo. Imagino que todas mis preocupaciones y todo lo que no me atrevo a decir en voz alta, todo lo que no me atrevo a expresar con palabras acaba impregnado en lo que escribo. De una manera más cobarde y quizá también más cómoda me escondo tras las teclas del ordenador y la cámara de cine. Estoy casi convencido que los que luchamos desde la trinchera del cortometraje intentando surcar un hueco que nos lleve al largometraje no siempre tenemos - obtenemos respuestas tras filmar algo. Al menos estoy seguro que hay algunos que todos los días se planten hacia qué dirección va su manera de ver el mundo, la misma que acabará salpicando sus películas.


Reconozco que realizando cortometrajes me siento cómodo y cruzo los dedos para poder seguir unos cuantos años más disfrutando de tan apasionante afición, ojalá que haciendo disfrutar también al espectador. Pero sigo soñando con poder realizar un largometraje que haya escrito previamente y con poder ganarme las lentejas algún día en esta profesión. Seguramente, porque sea propio soñar cuando se tiene mi edad. Sigo soñando con poder hablar tras una cámara. Con reducir la realidad que me rodea, en ocasiones apasionante, en ocasiones detestable, a un simple encuadre, del que después se hablará para bien o para mal, pero del que seguro se hablará. Decía algún filósofo callejero del cual no me acuerdo que no existes si no se habla de ti. Quizá realizar cine sea un acto de egocentrismo. No lo niego. Pero también es un acto de reflexión y dentro de su propia contradicción puede llegar a ser un acto de humildad. Algo en lo que me detendré después. Realizando cine te quitas tus inquietudes de encima, te despojas ante los atentos ojos del espectador para hablarles desde lo más profundo de tu raciocinio como persona, pero sabiendo siempre que normalmente lo que escribimos procede de nuestro corazón. Da igual que lo hagamos a través de una película de terror, ante un dramón, ante una comedia disparatada o en un western. Quizá como les digo, porque lo importante para mí es no dejar de preguntarme el cómo y sobre todo el porqué.

Les aburriría contándoles la larga lista de porqués a los que sigo sin encontrar respuestas. Imagino que es también parte del camino cinematográfico que hay que recorrer. Quizá de otros caminos mayores que nada tienen que ver con el cine. No encontrar respuestas, para acabar escribiendo sobre esa falta de respuestas. Las mismas, que hacen que uno se inquiete ante lo que le rodea. Por tanto, las películas también podrían ser un cúmulo de inquietudes no resueltas. Nos obsesionamos muchas veces con dar respuestas en nuestras películas. Con ofrecer una visión cerrada y totalmente hilvanada del mundo. Después el espectador te pregunta: ¿qué querías expresar? ¿estás a favor o en contra de tal tema? ¿es esto un alegato a X tema? ¿cree usted que mejorará la situación que retrata en su película? Y a veces simplemente, desearías contestarles que lo que has hecho no es más que seguir planteando porqués. Es por eso que hay que frenar esa imperante obsesión de intentar dar una única visión del mundo en las películas. Me parece más interesante (también mucho más difícil) intentar plantear preguntas. Es preferible que esa visión aparezca de manera permeable e inconsciente a través de la realización, de los diálogos, de los personajes sobre los que escribimos. Es preferible pensar hacia dentro, expulsar los demonios que nos atormentan en nuestros cortos, películas, videoclips, etc y dejar que el resto de la gente interprete un acto artístico que es tan egocéntrico como humilde y por supuesto, extremadamente subjetivo desde el punto de vista del espectador. Quizá la clave sea simplemente, saber reconocer en su justa medida, que en el fondo, todos los que soñamos con realizar nuestras propias películas es porque tenemos detrás cierta inquietud. Al menos, cierta pulsión por contar historias que no siempre tienen que tener una visión acertada sobre lo que tratamos, una mirada sobre lo que nos rodea, pero que siempre (ojalá) debieran abrir algún interrogante.


Es por eso, que pienso que el acto de realizar películas es un acto egocéntrico. Porque deseamos que el resto sepa nuestros porqués, deseamos que nos acompañen en nuestras inquietudes, deseamos que encuentren los interrogantes que hemos trazado en nuestras películas – cortometrajes. A veces también respuestas, que cegados por nuestra cerrada visión sobre lo que realizamos ni siquiera nosotros mismos alcanzamos a conocer. ¡Qué interesante y que mágico hecho se da cuando alguien encuentra algo en lo que has realizado (ya sea una analista, espectador, o tu vecina la del 5º) de lo que tú como realizador no eras consciente. También creo sin embargo que dedicarse a realizar películas (llámese cortometrajes si se prefiere este formato) es un acto de tremenda humildad. Porque nos ofrecemos serviles ante los demás. Depositamos nuestra cabeza en bandeja de plata sin saber muy bien si vamos a recibir caricias o guillotina. Nadie que haya realizado algo alguna vez y lo haya mostrado públicamente (aplíquese también a cualquier disciplina artística) está exento después de ese extraño estremecimiento de sentirse terriblemente vulnerable. Ofrecemos nuestras preguntas. Las ofrecemos sin condicionantes, sin tapujos y normalmente con la única censura que nosotros mismos (en un terrible error como guionistas y realizadores) nos ponemos al escribir. A veces, por suerte, ofrecemos alguna respuesta que hemos hallado en el camino. Por lo tanto... ¿Es un acto inquieto atravesar ese proceso? ¿Cómo debe enfrentarse uno a esa situación? ¿Por qué el cine implica inevitablemente mostrar una parte de ti a los demás? ¿Es posible hacer cine sin decir algo sobre ti mismo? De nuevo preguntas, que al principio de estas líneas eran lo que me inquietaban a escribir estos párrafos. Como es habitual preguntas que no siempre tienen una respuesta clara, o al menos que no tienen una sóla respuesta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Inquietud, incertidumbre, curiosidad, preguntas sin respuestas... Es lo que nos hace crecer, es lo que hace al hombre "menos animal", es el progreso y la evolución. Si el primer homínido no se hubiera hecho alguna pregunta aún estaríamos alli.
"La rutina instintivamente apaciguadora nunca bastará para seguir viviendo humanamente. Ser humano consiste en buscar la fórmula de la vida humana una y otra vez". Fernado Savater, "El valor de elegir".

Eo