miércoles, 8 de febrero de 2012

Un niño y un pastel suficiente para conmover.



Hace días que quería revisitar Érase una vez en América (Sergio Leone, 1984). La verdad, que vuelvo a conmoverme con esta escena. Quizá contenga todo lo que el buen cine debe tener: emoción, intriga, sutileza, dulzura, ingenuidad, una mirada sincera, y probablemente, el acompañamiento de la mejor banda sonora de la historia del cine a cargo de Ennio Morricone. Pocas películas logran la extrema perfección que se alcanza en algunos pasajes de esta ópera de Leone. Pocas escenas han sabido resumir tan bien lo que significa la infancia. Ese momento en el que uno se debate entre la tentación y el juego, entre lo inmediato y lo perecedero. En la primera parte de “Érase una vez en América”, uno encuentra los mejores minutos que el cine ha dedicado a la infancia. Como en Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1998), como en Un mundo perfecto (Clint Eastwood, 1993), como en Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959), como en Fanny y Alexander (Ingmar Bergman, 1982), como en E.T (Steven Spielberg, 1982) como en algunos pasajes de la reciente El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011). Esos momentos que trascienden al propio cinematógrafo para devolverlos un reflejo de lo que somos, de lo que fuimos y de lo que siempre querremos ser sin convertirnos en Peter Pan.

Y me doy cuenta, que tengo una conexión especial con las películas que se cuentan a través de los ojos de un niño, y en particular, con escenas como esta, donde la infancia resulta tan fugaz como infinita. Donde el tiempo se paraliza para que observemos, casi como espías, como un niño se debate contra sí mismo por un simple pastel. Escenas como esta, logran imbuirme hacia una parte del imaginario a la que difícilmente puedo acceder si no es a través del reflejo del celuloide (por ñoño que pueda sonar, así es). Algún día, más adelante, imagino que entenderé la razón de todo esto. O analizaré los motivos de por qué me conmueven escenas como esta. De momento, disfruto, me dejo llevar y aprendo de los grandes maestros.

Por cierto, en los extras del DVD, no tiene precio cómo se explica que Sergio Leone conocía sus películas de memoria. Especialmente interesante, resulta ver cómo en Cannes logró convencer al productor de la película. Después de describirle, plano por plano, toda la película, en nada más y nada menos que 3h y 45 min. (el tiempo que dura la misma). Leone era único. Conocía sus películas de memoria. Estaban en su cabeza. Vivían en ella. No hay, ni habrá otro director como él. Como explica alguien afirma en los extras, “un plano de Sergio Leone, vale más que muchas películas enteras de otros directores”. Cuánta razón...Cuánta razón. Con un niño, un pastel y un gran compositor, Leone tenía suficiente para que a muchos se nos siga encojiendo el corazón.

3 comentarios:

Randle McMurphy dijo...

Para rodar esta escena Leone decidió grabar todo de una vez con tres cámaras simultáneamente, dio indicaciones al actor de cómo debía desarrollarse la historia y le dejó a su aire para que él, de forma natural y espontánea, se comiera el postre como lo que es: un niño.

Infravaloradísimo director e infravaloradísima, mucho más, esta película. Aunque tiene sus lagunas, es sin duda una obra maestra de la cinematografía universal. Me cansa, sobre todo, que la comparen con El Padrino, cuando son dos películas que no tienen nada que ver.

La fundación de Scorsese en colaboración con el laboratorio de Cineteca de Bolonia están restaurando una copia con cincuenta minutos más, que todavía no llega a ser todo lo que pretendía Leone, peor algo es algo. Si todo va bien, se estrena este año en Cannes. Veremos.

Nacho dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Nacho dijo...

Randle, como te comenté tenía el gusanillo de volver a verla y me lo quité estos días. No sabía cómo se había rodado, pero la verdad, que consigue un naturalismo único. La sonrisa de De Niro al final volvió a dejarme con la boca abierta, pensando qué nos querría decir Leone con su último plano. Tiene algo mágico.

Por supuesto, que Leone está infravaloradísimo cuando sus películas son verdaderas lecciones de cómo hacer cine. Y no sé qué empeño en compararla con el Padrino, porque más allá de los gangsters poco tiene que ver.

A ver si con suerte, editan en DVD la versión de Cannes, que lo que es ir allí, lo vamos a tener difícil.

¡Saludos!