Desde que era un enano me ha fascinado el sonido del tambor y del bombo. Ayer en la medianoche viví en en la plaza de Hijar mi primera rompida de hora en el Bajo Aragón. También entendí cómo Buñuel se enamoró de este evento, quizá el más próximo al latido del corazón que puede ofrecer un instrumento. Un trueno, una tormenta, un sonido ensordecedor que consigue que todo el mundo que encuentra lugar en la plaza sienta y perciba su corazón, su estómago, su garganta. Todo late, y todo tiembla. Y el cielo parece que vaya a quebrarse en cualqueir momento. Si el fin del mundo trajera consigo algún un sonido, seguro que se parecería mucho al del Bajo Aragón en Semana Santa.
Subir videos no tendría sentido. Os adjunto alguna de las instantáneas que pude tomar mientras me temblaban las costillas. Las miradas de los que hacen temblar el cielo y la tierra no tienen precio.
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