miércoles, 3 de febrero de 2010

Krabat, el mago errante. O cómo olvidar la acción dramática.


Ayer fui a ver al cine Krabat, el molino del diablo. La película parte de una de una novela fantástica escrita por Otfried Preusser, considerada un clásico de la literatura juvenil alemana, que a priori, y adentrándose en el turbulento mundo de la magia negra, posee un punto de partido muy interesante. Al menos para mi, que invertí en su día varios meses en escribir con dos compañeros una primera versión de largometraje con ciertas similitudes estéticas y narrativas.

Los problemas que puede acarrear adaptar una novela fantástica a la pantalla parten en muchos de los casos, de que el posterior guión cinematográfico puede llegar a resultar excesivamente descriptivo. O lo que es lo mismo, sin poca acción dramática. No obstante la ventaja de adaptar una novela fantástica a la gran pantalla siempre se encuentra en que el mundo fantástico ya le viene dado a uno, es decir, las reglas del juego ya están marcadas previamente, con lo que el guionista se ahorra muchos esfuerzos en tener que crearlas y hacerlas verosímiles. Crear las reglas del juego siempre resulta lo más complicado, porque es como levantar un mundo nuevo a partir del que conocemos. Si se trata de una película fantástica, todavía cuesta más. Porque al espectador hay que dejarle bien claras esas reglas, para que después no se sienta traicionado. Un reciente ejemplo de cómo ejecturar bien esta parte, lo encontramos en el primer acto de la película Infectados (Alex y David Pastor), donde en cuestión de dos minutos nos resumen las reglas del juego para que después no haya dudas sobre las mismas. Pero a pesar de tener esta ventaja, cuando se adapta una novela se puede caer en el error de olvidar que una novela no es un guión. Y que en un guión debe imperar siempre la acción dramática. Más si se trata de una película que tiende al género, y en la que predominará la trama por encima de los personajes, aunque no siempre sea así.

Pues bien. Krabat, el molino del diablo en ese aspecto no funciona. Y no funciona porque el mago Krabat, es un mago errante durante más de la mitad de la película. Y claro...jugársela a que el protagonista no tenga un objetivo claro, ni algo contra lo que luchar, ni alguien contra quién combatir, o algún entuerto que resolver que quede pronto claro, es carne de cañon para el aburrimiento del espectador. Es en la segunda parte de la película cuando todo se anima. Cuando se adviene el antagonista. Cuando al fin queda claro contra qué y contra quién se enfrenta Krabat. Pero es demasiado tarde. Porque hasta llegar ahí, tan sólo se ha construido un relato descriptivo más próximo al fresco narrativo, que a la acción dramática continuada que debiera tener una aventura fantástica. Y es una pena. Porque el mundo que rodea a Krabat resulta interesantísmo. Mucho más que las últimas tres edulcoradas y tediosas películas de Harry Potter. Krabat está más próxima a la mejor película de Harry Potter, El prisionero de Azkaban de Alfonso Cuarón, que al resto de esta interminable saga. Pero no todo sirve. Porque la trabajada puesta en escena no siempre tapa los agujeros narrativos de un mal guión. Y Krabat posee verdaderas lagunas, en las que no sucede nada, más allá de aprendizaje de un mago en las artes oscuras de la magia.

A mí me gusta más la magia y el mundo de Krabat que la de Potter. Pero en las primeras películas de Potter no se olvidaron que lo más importante es saber contra qué se está luchando. Si no el espectador, acaba teniendo tantas lagunas informativas, como las personaje protagonista. Y entonces el misterio de poseer tan poca información (la misma que el personaje) se convierte en aburrimiento de no poder seguir la trama.

De todas formas si están algo cansados del quidditch, las escobas voladoras, y los niños guapos aprendiendo magia, vayan a ver Krabat. Su mundo es mucho más interesante. Yo mientras me desquitaré hoy en el cine-club de la Facultad, viendo el clásico Dentro del laberinto (Jim Henson, 1986). Allí sí hay una protagonista que mueve la acción dramática, con un objetivo claro y un antagonista claro. Y que encima tiene un ojo de cada color y canta vestido en mallas. ¿Qué más se puede pedir?

1 comentario:

GUIZMO dijo...

¿Jennifer Conelly? ¿David Bowie en mallas cantando con las marionetas de Henson? No, no se puede pedir demasiado más :)