Ayer, durante unos segundos, todos los que de una u otra
forma tenemos relación con el cortometraje en España, sentimos como una pequeña
victoria la nominación de Esteban Crespo a los Oscar por su corto "Aquel no era yo". Si no lo entienden, se lo
explicaré de otra forma. Usted no es Iniesta. Pero el día que ganamos el
Mundial, seguro que se sintió un poco como Iniesta. Pues lo de ayer fue algo
parecido. Ninguno somos Esteban Crespo, pero sabemos que su nominación es una
pequeña victoria que merece la pena celebrarse. Para qué negarlo, qué narices, todos
hemos soñado en algún momento con algo así, precisamente, porque todo eso (Oscar,
alfombras rojas y demás parafernalias) suena un poco a sueño. A algo lejano y
desconocido, que poco o nada tiene que ver con nuestra realidad diaria. A algo
inalcanzable o al alcance de muy pocos. Y
que ayer supiéramos que alguien como Esteban se va a colar (aunque lo correcto
sería decir que está invitado) en esa fiesta, es una noticia -muy justa, sea
dicho- que nos alegra a la gran mayoría. Más si cabe, a los que sabemos lo que
le ha costado este corto y el buen equipo de profesionales que hay detrás de él.
Rodar cortometrajes es complicado. Eso no es nada nuevo. Y
uno lo descubre desde su primer corto. Da igual si llevas dos, cinco o veinte años
rodando cortos. Cada corto requiere de un esfuerzo sobrehumano y de una pasión
y/o vocación más que necesaria. Esteban de eso sabe un rato. Y esta nominación
supone, probablemente, el colofón a un trabajo desarrollado durante varios
años, culminado ahora con un cortometraje de la categoría -llamémosle por ahora-,
“nominable al Oscar”. Bien… ¿cómo puede ser, entonces, que a estas alturas
Esteban aún tenga dificultades para encontrar productores interesados en
construir su primer largometraje? ¿En qué país vivimos? ¿Cómo puede ser que
alguien con el oficio y la profesionalidad de Esteban, más que preparado para hacernos
disfrutar con sus largometrajes, tenga que esperar a ser nominado al Oscar para
generar verdadero interés entre los productores? ¿Cómo puede ser que reciba
llamadas de otros países y que aquí tenga que vérselas y deseárselas para
levantar su ópera prima, cuando tiene bajo el brazo tres proyectos de índole
bien diferente? No me digan (señores productores), por favor, que es un mal
momento para hacer películas. Que apenas hay apoyo estatal. Que ahora es
complicado financiar una película y más todavía, conseguir que el público vaya
a verlas.
Porque nunca hay un “buen momento” para hacerlas. Las películas
se hacen, o no se hacen. Y hacerlas con un director – y un equipo de
profesionales - que ofrece un cortometraje como “Aquel no era yo”, bien debería
ser sinónimo de confianza para cualquier productor. No de confianza absoluta.
Porque creo que eso, hoy en día, no lo da ni Mr. Scorsese. Pero sí, al menos,
de confianza para ofrecer una primera oportunidad.
Hace unos días, en esta entrevista, el propio Esteban reconocía
que después de ganar el Goya no tuvo, precisamente, una cola de productores
esperando para hablar con él intentando levantar su primera película. Ni qué
hablar de los otros tres nominados del curso pasado. ¿Para qué, verdad? “Los
otros tres cortometrajes seguro que no tiene mayor interés”, pensarían algunos.
¿Pero tan ciegos estamos? ¿Cómo alguien con seis cortos rodados y decenas de premios recibidos a lo largo del globo con sus cortometrajes, tiene que esperar
a ser nominado al Oscar (¡nominado al Oscar!) para generar verdadero
interés? El caso de Esteban no me parece, ni mucho menos, un caso aislado. Al
contrario. Me vienen rápidamente, una docena de nombres de directores de
cortos, que bien podrían estar ya rodando largometrajes, contribuyendo así a
nuestra cinematografía. Muchos de ellos, los mejores, es probable que terminen
levantando su primer largometraje fuera de España, total o parcialmente. Otros
tendrán que auto-producirse, volviéndose locos en esa tarea. El resto, quizá
tengan que seguir esperando a recibir una nominación al Óscar para que se les
tenga en cuenta. Manda narices. Como si no hubiera por ahí pocos festivales
internacionales donde el cortometraje español se cuela año tras año, sin
levantar, precisamente, muchos artículos en los medios de comunicación más
influyentes del país. Esta semana, sin ir más lejos, conocíamos la noticia de
que “Gorka Cirka” de Álex Lora, era seleccionado en el
prestigioso Festival de Sundance. No he visto, precisamente, que haya ríos de
tinta ante la noticia señalando que es la segunda vez que Álex Lora viajará a Sundance para presentar un corto en la sección oficial. También que España
será el país que más cortometrajes tenga en la sección internacional del
Festival de Clemont Ferrand (Francia), una de las citas más importantes para el
cortometraje. Sí, el que más. Más que Alemania, EEUU o Gran Bretaña o Italia. Y
no me malinterpreten, pues este alegato no va a favor de una defensa patria,
abanderando que el cortometraje español es de una calidad inigualable. No, nada de eso. Pero sí es innegable, que
poseemos una cantera de profesionales trabajando en silencio en el cortometraje y, muchas veces, olvidados
por quiénes sí tienen un papel importante en el desarrollo cinematográfico de
nuestro país: los productores. Pocos son los que se
dejan ver en los diversos festivales de cortometrajes que hay en España. Ni
siquiera en las grandes citas. Menos aún, los que dedican tiempo a ver
cortometrajes desde sus sofás. Los hay. Y son los buenos. Pero también son las excepciones. Y así nos va. Con una cantera, más que preparada,
deseando correr la banda de los campos de primera división, esperando a que
algún ojeador les ayude a tener su primera oportunidad en el primer equipo.
Otros, se ampararán en eso de que claro, hoy a los campos ya no van
espectadores. Y sin espectadores, pocos fichajes podemos hacer. Y así, entramos
en una espiral tan perversa y perjudicial, que da miedo solo pensar en ella y sobre la que, realmente, me da pereza escribir.
No somos los mejores. Tampoco los más talentosos. Pero que el corto español haya obtenido cinco nominaciones al Oscar en menos de 20 años, será síntoma de algo, ¿no? Al menos, objetivamente, podemos decir que la salud del corto español es más que buena (pese a recortes, ausencia de ayudas y falta de interés a nivel general). Me alegro de veras por Esteban. Y me sorprende, que
ayer se dieran paradojas como que Pau Gasol tuviera palabras de consideración
para Esteban en twitter, mientras el periódico El País afirmaba en su página
web durante unos cuantos minutos, que no había “ninguna representación española
en los Oscar”. Lo mejor de la noticia de ayer es que, más allá de la nominación
y el posible premio, Esteban tarde o temprano, encontrará un productor a la
altura de su talento. Que haya tenido que esperar tanto es lo único que debería hacernos reflexionar sobre hacia dónde va nuestro cine. El próximo 3
marzo, habrá que trasnochar. Ojalá que veamos cómo Esteban, nuestro particular Iniesta, mete ese gol que nos levante a todos del sofá. Van cinco finales. Es hora de ganar ya el Mundial.
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