jueves, 5 de diciembre de 2013

Leyes para no pensar o cómo cargarse de un plumazo el pensamiento crítico



Subestimamos a nuestros políticos. Creemos que no piensan. Que están incapacitados para pensar. Que están demasiado pendientes de mantener pulido su ombligo. Nuestros políticos deberían estar inhabilitados para gobernar. Todos. Sin excepción. No tienen sentido común. O eso parece. Nos guste o no, nos gobiernan unos tipejos a los que poco les importa lo que piensan los demás. Y a mí me da que nuestros políticos, no solo son inteligentes, sino que además usan su inteligencia para intentar impedir la nuestra. 

De vez en cuando, los políticos toman decisiones. Ya saben, les pagan por ello y nosotros hemos delegado esa responsabilidad en su “aparente” ignorancia. Y así, de vez en cuando, nuestros políticos también toman decisiones incomprensibles para la mayoría. De esas que le sirven a un ministro para ganarse el abucheo general vaya donde vaya o para que en nuestros cafés de mitad de mañana, podamos maldecir entre colegas, la incompetencia que nos gobierna. Y entonces nos decimos entre dientes: “son inútiles. No saben lo que hacen. Qué pena de políticos”. ¿Cómo alguien con cierto sentido común puede proponer una reforma educativa en la que las enseñanzas de Filosofía pasarán a un segundo plano? ¿Cómo alguien se saltaría la recomendación de la Unesco de que la enseñanza de Filosofía en Europa y Norteamérica debería ampliarse? Preguntas, a priori, sin respuesta clara. Entre todos sus artículos, la reciente aprobada Ley Orgánica para la Mejora Educativa (Lomce) suprime la asignatura “Filosofía” como obligatoria  en 4º de la ESO, la mantiene en 1º de bachillerato (en la rama de Humanidades) y coloca “Historia de la Filosofía” como optativa en 2º de bachillerato, donde hasta la fecha, era obligatoria. Ante tal reforma, uno se pregunta si tal decisión está en consonancia con alguna de las recomendaciones realizadas por la Unesco en el año 2011: 

Fomentar la elaboración de políticas educativas que concedan un status autónomo y completo a la enseñanza de la filosofía en la Educación  Secundaria y Superior”.
“Reafirmar que la educación contribuye a construir la autonomía de los individuos y rechazar la reducción del proceso educativo a una enseñanza de técnicas instrumentales y competencias".
“Reafirmar la importancia crucial de la enseñanza de la Filosofía para el pensamiento crítico y actuar para su consolidación”.
“Apoyar los enfoques interculturales en la enseñanza de la Filosofìa en los Centros de Secundaria  y apoyar también la formación del profesorado para este cometido”. 

Todo esto teniendo en cuenta que en la Declaración de Paris a favor de la Filosofía, por parte de la Unesco, se sostiene que la filosofía: “debería ser mantenida o ampliada donde ya existe e introducida donde todavía no existe, con la idea de que la enseñanza de la filosofía forma gente con criterio autónomo, reflexiva, capaz de resistir diversas formas de propaganda y que prepara a cada uno para asumir sus responsabilidades con vistas a los grandes retos del mundo contemporáneo”. 

Pero claro, nuestros políticos, tan irreflexivos, tan impulsivos, tan ignorantes y tan cortos de miras, consideran que los miles de años invertidos por parte de algunas de las mentes más brillantes de la historia de la humanidad, no pueden servir de mucho en la formación básica de un estudiante adolescente. Parece que el mercado reclama otros asuntos prioritarios y ahí las matemáticas y el inglés ganan por goleada. Se requiere operatividad, competencias, destrezas y buen nivel de idiomas.  

Sin embargo, creo que nuestros políticos no son ni tan irreflexivos como pensamos, ni tan ignorantes como nos los venden los medios de comunicación. Porque bien mirado, si uno “suprime” en la medida de lo posible las enseñanzas de filosofía en la educación primaria, secundaria y de bachiller, uno de paso se carga de un plumazo buena parte de ese “pensamiento crítico, autónomo y reflexivo” que al final sirve para que el futuro ciudadano se dé cuenta del entorno en el que vive, “afronte los retos del mundo contemporáneo” y sea capaz de “resistir a las diversas formas de propaganda”. Pero como hoy no hay propaganda, no es necesario formar personas críticas y autónomas. Como tampoco hay muchos retos de futuro, ¿para qué estudiar entonces a Platón, Aristóteles, Kant, Descartes y otros tantos trasnochados? Todos ellos acumulan polvo, naftalina y además están a años luz de nuestro mundo contemporáneo e industrializado. ¿Acaso vamos a confiar en que sean ellos quienes preparen al estudiante para nuestro mundo avanzado donde el “saber hacer” impera por encima del “pensar cómo hacer”?  

 Quizá solo sea eso. Una ley con verdaderas intenciones de mejora. Una ley más, que en el mejor de los casos durará unos años hasta que otras mentes privilegiadas vuelvan a aprobar una nueva reforma desde su “supuesta ignorancia”. Quizá a nuestros políticos no les importe tanto lo que piensen los demás. Va en su sueldo. O quizá sea, que lo que les preocupa de verdad, es que los demás no pensemos. Al fin y al cabo, ellos sí cursaron Filosofía en la escuela. Y ahora, son ellos quienes nos gobiernan. El día de mañana, puede que nos gobiernen aquellos que desconozcan las tres condiciones que Aristóteles, en su Política, nos dijo que debía tener un buen político: “En primer lugar, amor al régimen establecido; en segundo lugar, la mayor competencia en las tareas de su cargo, y en tercer lugar, una virtud y una justicia en cada régimen adecuadas a ese régimen”. Confiemos en que la curiosidad acerque a nuestros futuros políticos a estas enseñanzas. Las leyes de los que hoy nos gobiernan, no lo harán.